Un Israelí que parece desafiar las leyes de la física torciendo cucharas y derritiendo metales con la fuerza de su mente.
Se trata del mundialmente famoso Uri
Geller, un joven parapsicólogo de asombrosa y discutida historia sobre
quien recaen los más dispares calificativos, que van desde “charlatán”
hasta “hacedor de milagros”.
Veamos algunas de sus más sorprendentes
experiencias. En junio de 1974, ante un calificado grupo de científicos
reunidos en el laboratorio de física del Birkbeck College, en la
Universidad de Londres, centuplicó dos veces las señales de un “contador
Geiger”, aparato físico de gran precisión cuyo ritmo estable es de 0.5
señales por segundo. Pues bien, en pocos segundos estas señales
subieron a 200 veces más de lo normal –lo que equivaldría a una
radiación nuclear-, fenómeno debido únicamente a la intensa
concentración mental de Uri Geller. Al menos los científicos presentes
atestiguaron que ningún otro factor, salvo ese, ejercía en esos momentos
influencia sobre el contador Geiger.
En el mismo laboratorio y fiscalizado por
los científicos, el parapsicólogo realizó estas otras pruebas: dobló
metales con sólo tocarlos; quebró un cristal encerrado dentro de un
hermético envase pasando la mano a varios centímetros de éste; e hizo
girar bruscamente brújulas y magnetómetros con la fuerza de su mente.
El matemático John Taylor declaró: “He
comprobado que en estas experiencias no hay posibilidad de fraude
alguno. Uri Geller es tan excepcional que plantea un serio desafío a la
ciencia contemporánea”.
El joven israelí, sin embargo, ya había
conmocionado al mundo científico antes de las pruebas llevadas a cabo en
la Universidad de Londres.
Efectivamente, en 1972 efectuó
experimentos de telepatía en el Instituto Stanford de Investigaciones,
de California, Estados Unidos.
Allí, se lo encerró en una habitación
hermética, de dobles paredes de acero; afuera, los experimentadores
hacían dibujos y el parapsicólogo, mediante su concentración mental,
percibía telepáticamente esos dibujos y los reproducía en un papel desde
su aislado encierro.
Sin embargo, este anverso tiene su
reverso. Según “Nature”, la más prestigiosa revista científica inglesa,
las precauciones adoptadas por las autoridades del Instituto Stanford
fueron “demasiado vagas”, insinuando que los investigadores fueron
embaucados por las astutas técnicas ilusionistas del supuesto
paranormal.
Por su parte, el mago Melbourne
Christopher afirma que Geller se vale de muy hábiles “trucos”,
jactándose de haberlos desenmascarado uno por uno. Y pregunta,
desafiante: ¿por qué se niega obstinadamente a realizar sus pruebas ante
los prestigitadores profesionales, tan capaces como él de cumplir esas
“proezas”?
A estas acusaciones, Uri Geller contrapone sus propios argumentos.
Precisamente uno de sus más entusiastas
defensores es el médico y parapsicólogo Andrija Puharich, catedrático
del Stanford, quien recibió en su casa al joven israelí. Narra que
durante esa visita ocurrieron cosas tan extrañas como estas:
-“El cenicero que estaba sobre una mesita
ratona entre Uri y yo se levantó de pronto unos 30 centímetros, y
después de permanecer unos minutos suspendido en el aire salió por la
ventana, reapareciendo momentos después en el patio, a cinco metros de
donde estábamos nosotros. Luego, mientras caminábamos por el jardín, un
pisapapeles que habitualmente se encuentra sobre mi escritorio,
aterrizó instantáneamente junto a mis pies.
Pero lo que terminó de convencerme de los
excepcionales poderes de Geller fue esta prueba de telepatía: hizo dos
dibujos que nadie más que él vio, luego miró fijamente a mi hijo de 14
años para “trasmitirle las imágenes”. De inmediato, mi hijo, sin
vacilar, dibujó dos figuras –un auto y un gato- que, cotejadas con las
que había trazado Uri resultaron ser asombrosamente parecidas”.
Claro que también puede resultar muy
razonable dudar de la veracidad de lo antedicho si uno se entera, por
ejemplo, que Andrija Puharich oficia de empresario de Geller en sus
presentaciones en teatros del mundo entero y, por lo tanto, cabe la
posibilidad de que invente historias fantásticas sobre su contratado, a
fin de despertar grandes expectativas en el público a favor del
“show-business”.
Sus
experiencias más divulgadas en esas presentaciones personales consisten
en doblar cubiertos y hacer funcionar relojes descompuestos a los que
les faltan piezas fundamentales; todo sin más recurso que su
concentración mental. Y esto también da pie a la polémica, pues no
todos los cubiertos se doblan ni todos los relojes se componen.
De tal modo, su auditorio queda dividido
entre quienes lo consideran un superdotado y quienes lo tildan de
impostor; unos le otorgan poderes mágicos, otros reniegan de él.
En la época en que todavía se
cuestionaban sus poderes paranormales, allá por 1973, un programa de
televisión de la B.B.C. de Londres, conmocionó prácticamente a toda
Europa. A pocos minutos de haber comenzado Uri su programa, numerosos
televidentes telefonearon a la emisora haciendo saber que en sus casas
se estaban doblando cubiertos y echando a andar relojes que hacia años
que estaban descompuestos.
Para los magos profesionales, sin embargo, este fenómeno tiene una sencilla explicación.
El hecho de que haya personas que al ver
por televisión las experiencias de doblar cubiertos y arreglar relojes
descompuestos comprueben que en sus propias casas está ocurriendo lo
mismo, obedece, según los magos profesionales, al conocido fenómeno
parapsicológico de la autosugestión.
Al respecto expresa el ilusionista Argentino Juan José del Pozo, que utiliza el seudónimo de Tu-Sam:
“Una parte del público de Uri Geller,
cuando él actúa, cae en el histerismo, condición esta en que el cuerpo
humano ejecuta actos en forma inconsciente”. Por lo tato, un histérico
con una cuchara en la mano puede doblarla sin darse cuenta, ya que en
ese estado anormal cualquier organismo realiza proezas que jamás
lograría en estado normal. Baste decir que una persona bajo los efectos
de la hipnosis puede levantar pesos que exceden en 20 kilos sus
posibilidades máximas.
“En cuanto a los relojes descompuestos,
Geller sólo hace funcionar aquellos cuyo eje no está roto. Muchos
ingenuos exclaman: “¡Asombroso, funciona sin tener cuerda!” Y yo me
pregunto: “¿Quién se acuerda si le dio cuerda o no a su reloj cuando se
descompuso, varios años atrás?”.
Como se ve, la controversia en torno a
este tema es inagotable. Mientras tanto, el joven parapsicólogo Israelí
se atribuye orgullosamente –al margen de las ya mencionadas- las
siguientes proezas:
El 25 de noviembre de 1973, desde París
rompió vajillas en Londres; en Alemania detuvo un coche funicular en el
aire; a Von Braun, padre de la moderna cohetería, le fundió un anillo
sin tocarlo; inmovilizó a un trasatlántico en plena travesía; alteró
una red estructural metálica de la Marina de Guerra de Estados Unidos,
que en un comunicado oficial aclaró: “El caso no tiene explicación
científica”.
El extremo opuesto al de los que no
vacilan en catalogarlo de mistificador se ubican los exaltados que
hasta llegan a atribuirle vinculaciones con seres extraterrestres. Un
informe científico asegura que en todas las cintas magnetofónicas de
entrevistas realizadas a Uri se localizan interferencias de esotéricas
voces que parecen proceder de otros planetas. Versión ésta que se
compatibiliza con las siguientes palabras del propio Geller:
“México y Egipto son los dos países donde
siento que mis poderes aumentan considerablemente. Esto no es una
casualidad, ya que en esos dos lugares hay pirámides, que no son obra
humana sino que fueron construidas por seres de otros mundos que tal vez
me estén utilizando de puente para comunicarse con los terráqueos”.
¿Qué hay de cierto y de fantasía en este
apasionante caso? Imposible establecerlo aún con certeza por ser una
historia de flagrante actualidad. Quizá el tiempo nos permita dilucidar
el enigma. Pero por el momento esta enconada controversia nos resulta
muy aleccionadora, pues nos alerta respecto de que los fenómenos parapsicológicos deben ser considerados con mesura y cautela.
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