En la Edad Moderna teólogos y
juristas forjaron la imagen de las brujas: seres poseídos por el diablo
que participaban en el sabbat, un ritual satánico que sólo existió en la
imaginación de sus perseguidores.
A pesar de que la brujería había existido
durante años, fue a partir de mediados del siglo XV cuando se inició
una cruenta «caza de brujas», esto es, la eliminación de un nuevo tipo
de herejes supuestamente aliados con el diablo. De hecho, la persecución
de hechiceras y brujas —eran sobre todo mujeres— coincidió con un
momento de división y crisis religiosa especialmente delicado para la
Europa cristiana. La mayoría de quienes fueron juzgados y condenados
—muchas veces con la pena de muerte— no había cometido ningún delito
demostrable, más bien se trataba de un crimen fundamentalmente
imaginario. Los tribunales del Santo Oficio de la Inquisición española
fueron uno de los más implacables perseguidores de brujas de toda
Europa, especialmente a finales del siglo XV y principios del XVI. Pero
no tardaron en alzarse voces críticas entre sus filas, hasta el punto
que en 1526 se organizó en Granada un encuentro de juristas con el fin
de discutir acerca de la autenticidad de los actos atribuidos a las
supuestas brujas. Llegaron a la conclusión de que muchas acusadas de
brujería habían sido previamente torturadas por jueces seglares. Sin
embargo, también fueron habituales los procesos y condenas por brujería
que se produjeron de forma clandestina, al margen de la ley. Es el caso
de los «estatutos de desaforamiento», aprobados en Aragón durante la
Edad Moderna y que actuaban por encima de la ley. La brujería fue, en
resumidas cuentas, el chivo expiatorio al que una comunidad atribuyó
desgracias tales como la muerte, la enfermedad, la impotencia o las
malas cosechas. La creencia en las brujas ya venía de lejos. En El asno
de oro de Apuleyo, por ejemplo, una hechicera dedicada a las artes
ocultas se convertía en búho y salía volando por la ventana después de
aplicarse ciertos ungüentos. Pero al llegar a finales de la Edad Media,
todos eses seres fantásticos que había circulado en el imaginario de las
personas se encarnaron en la forma de mujeres que podían cruzar el
cielo por las noches montadas a lomos de distintos animales, ramas de
árboles y escobas, para reunirse con el demonio y tramar todo tipo de
maldades. Las descripciones del aquelarre fueron abundantes y diversas
dependiendo de la zona geográfica. Una de las tradiciones más completas e
impactantes aparece en las descripciones del aquelarre vasco-navarro, y
cuyos testimonios fueron recogidos en el célebre proceso de las brujas
de Zugarramurdi, que tuvo lugar en la localidad navarra de mismo nombre.
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