El insólito caso de Antonio Villas Boas, ahora famoso, comenzó realmente en la primera semana de octubre de 1957. Villas Boas y su hermano
Joao vieron un brillante rayo de luz que venía del
cielo al mirar desde la ventana de su dormitorio. Parecía barrer toda la
casa pero no pudieron comprobar cuál era la fuente.
El 14 de octubre, alrededor de las 10 de la noche, Antonio y su hermano estaban arando la tierra. Dadas las altas temperaturas de Brasil, es habitual que los propietarios de las tierras trabajen de noche y empleen peones para hacerlo en horas diurnas. Vieron entonces una bola de luz roja, demasiado brillante para mirarla directamente, que se cernía a unos 92 m por encima de su campo. Villas Boas le pidió a su hermano que lo acompañara para investigar, pero como éste se negó, fue solo.
Al aproximarse a la luz, ésta lo eludió a gran velocidad, por lo que Villas Boas corrió detrás de ella a través del campo. Abandonó después de haber estado a punto de atraparla varias veces y volvió con su hermano. Observaron el objeto mientras permanecía en el lugar, lanzando rayos intermitentes en todas direcciones.
La noche siguiente, Villas Boas estaba arando solo y poco después de medianoche volvió a ver la bola roja. Aunque seguía sobrevolando a unos 92 m, estaba lo suficientemente cerca como para permitir ver que contenía un objeto brillante de forma ovalada. Quizás a causa de su proximidad, Villas Boas perdió el entusiasmo de la noche anterior por alcanzar el objeto y consideró oportuno retirarse con su tractor. Pero no tl logró.
El objeto aterrizó a unos 12 m frente a él sobre tres patas metálicas: era una nave en forma de huevo, con una cúpula giratoria.
Villas Boas salió del tractor y echó a correr, pero fue perseguido por cinco seres que le dominaron y le transportaron a bordo. Los entes vestían ropas ceñidas de color gris y cascos que dejaban ver sólo sus pequeños ojos azules. De los cascos partían tubos que penetraban en su ropa, por la espalda y por los costados.
Villas Boas se encontró en un cuarto pequeño con paredes de metal pulido, brillantemente iluminado y sin señal visible de puerta alguna por la que hubiera podido entrar. Posteriormente, sus captores le llevaron a través de varias habitaciones y le introdujeron en una en donde le obligaron a desvestirse. Rociaron su piel con un líquido espeso y transparente y le extrajeron una muestra de sangre. La operación dejó una cicatriz que los investigadores verificaron después.
Durante más de media hora Villas Boas fue dejado solo en una habitación sin rasgos característicos, sentado en una especie de canapé. Notó que en las paredes había tuberías de las que salían pequeños bocanadas de humo, cuyo olor le disgustó tanto que terminó vomitando en un rincón.
Después de una hora la experiencia de Villas Boas tomó un extraordinario cariz que escapa a las pautas habituales de los secuestros conocidos. Su soledad fue interrumpida por la presencia de una alienígena. «Su cuerpo era el más hermoso que había visto en mi vida. Era esbelta y sus pechos se mantenían erguidos y bien separados. Su cintura era estrecha, el vientre plano, las caderas bien desarrolladas, los muslos robustos». La recién llegada era una mujer desnuda de aspecto humano, con el pelo rubio, la piel clara, grandes ojos rasgados de color azul, labios, nariz y orejas pequeños, pómulos altos y chatos y barbilla en punta. Era pequeña y avanzó hacia Villas Boas en silencio.
Como explicó después Villas Boas, «me miraba todo el tiempo como si quisiera pedirme algo». Y por cierto que lo hizo. Le abrazó y frotó su cara y su cuerpo contra él. Dadas las circunstancias, habría sido totalmente comprensible que Villas Boas no se sintiera interesado, pero lo cierto es que se sintió excitado por el contacto, correspondiendo a sus efusiones con entusiasmo. Posteriormente consideró que el líquido con el que se le roció podía haber sido un estimulante sexual.
El 14 de octubre, alrededor de las 10 de la noche, Antonio y su hermano estaban arando la tierra. Dadas las altas temperaturas de Brasil, es habitual que los propietarios de las tierras trabajen de noche y empleen peones para hacerlo en horas diurnas. Vieron entonces una bola de luz roja, demasiado brillante para mirarla directamente, que se cernía a unos 92 m por encima de su campo. Villas Boas le pidió a su hermano que lo acompañara para investigar, pero como éste se negó, fue solo.
Al aproximarse a la luz, ésta lo eludió a gran velocidad, por lo que Villas Boas corrió detrás de ella a través del campo. Abandonó después de haber estado a punto de atraparla varias veces y volvió con su hermano. Observaron el objeto mientras permanecía en el lugar, lanzando rayos intermitentes en todas direcciones.
La noche siguiente, Villas Boas estaba arando solo y poco después de medianoche volvió a ver la bola roja. Aunque seguía sobrevolando a unos 92 m, estaba lo suficientemente cerca como para permitir ver que contenía un objeto brillante de forma ovalada. Quizás a causa de su proximidad, Villas Boas perdió el entusiasmo de la noche anterior por alcanzar el objeto y consideró oportuno retirarse con su tractor. Pero no tl logró.
El objeto aterrizó a unos 12 m frente a él sobre tres patas metálicas: era una nave en forma de huevo, con una cúpula giratoria.
Villas Boas salió del tractor y echó a correr, pero fue perseguido por cinco seres que le dominaron y le transportaron a bordo. Los entes vestían ropas ceñidas de color gris y cascos que dejaban ver sólo sus pequeños ojos azules. De los cascos partían tubos que penetraban en su ropa, por la espalda y por los costados.
Villas Boas se encontró en un cuarto pequeño con paredes de metal pulido, brillantemente iluminado y sin señal visible de puerta alguna por la que hubiera podido entrar. Posteriormente, sus captores le llevaron a través de varias habitaciones y le introdujeron en una en donde le obligaron a desvestirse. Rociaron su piel con un líquido espeso y transparente y le extrajeron una muestra de sangre. La operación dejó una cicatriz que los investigadores verificaron después.
Durante más de media hora Villas Boas fue dejado solo en una habitación sin rasgos característicos, sentado en una especie de canapé. Notó que en las paredes había tuberías de las que salían pequeños bocanadas de humo, cuyo olor le disgustó tanto que terminó vomitando en un rincón.
Después de una hora la experiencia de Villas Boas tomó un extraordinario cariz que escapa a las pautas habituales de los secuestros conocidos. Su soledad fue interrumpida por la presencia de una alienígena. «Su cuerpo era el más hermoso que había visto en mi vida. Era esbelta y sus pechos se mantenían erguidos y bien separados. Su cintura era estrecha, el vientre plano, las caderas bien desarrolladas, los muslos robustos». La recién llegada era una mujer desnuda de aspecto humano, con el pelo rubio, la piel clara, grandes ojos rasgados de color azul, labios, nariz y orejas pequeños, pómulos altos y chatos y barbilla en punta. Era pequeña y avanzó hacia Villas Boas en silencio.
Como explicó después Villas Boas, «me miraba todo el tiempo como si quisiera pedirme algo». Y por cierto que lo hizo. Le abrazó y frotó su cara y su cuerpo contra él. Dadas las circunstancias, habría sido totalmente comprensible que Villas Boas no se sintiera interesado, pero lo cierto es que se sintió excitado por el contacto, correspondiendo a sus efusiones con entusiasmo. Posteriormente consideró que el líquido con el que se le roció podía haber sido un estimulante sexual.
El abrazo los arrastró hacia el lecho y la
pareja tuvo relaciones sexuales normales, que Villas Boas halló
excitantes y placenteras. Ella reaccionó como cualquier mujer saludable
con una sola excepción: nunca le besó, aunque le mordió suavemente la
barbilla. Tenía también la desconcertante costumbre de gruñir y hacer
ruidos semejantes a ladridos de vez en cuando.
En ese momento Villas Boas comprendió que solamente querían utilizarle en un proceso de reproducción, lo que le disgustó en cierto modo, aunque si ese era el objetivo de toda la operación evidentemente había sido alcanzado. No obstante, la capacidad de la mujer no parecía colmada, pues seguía acariciándole, arrastrando a Villas Boas a una segunda cópula. Después de este contacto, la mujer se volvió aparentemente frígida y se apartó de él; al darse cuenta de que lo habían utilizado, también Villas Boas perdió todo entusiasmo.
En una entrevista concedida veintiún años después, Villas Boas añadió un detalle al relato del encuentro, que hasta entonces no había revelado. Después de la segunda cópula, la mujer le extrajo una muestra de esperma que él supuso que sería conservado para uso posterior.
Antes de retirarse, la mujer se señaló el vientre y luego apuntó hacia el cielo. Villas Boas dijo: «lnterpreté que la señal quería decir que ella iba a volver y me llevaría consigo al lugar donde vivía. Por eso todavía siento miedo; si vuelven a por mí, estoy perdido». La interpretación de los científicos es, en cambio, que ella volvería a su hogar llevando dentro de sí su simiente, de la cual nacería un niño.
Se autorizó a Villas Boas a vestirse y le hicieron recorrer la nave; en esa ocasión, intentó robar uno de los instrumentos, para tener una prueba de su experiencia, pero uno de los alienígenas le sorprendió y le quitó el objeto. De manera bastante brusca se le hizo descender de la nave y quedó en tierra, observando cómo el objeto despegaba a sorprendente velocidad. En total, Villas Boas estuvo más de cuatro horas a bordo.
Posteriormente el examen médico reveló una cicatriz en el lugar de donde se le extrajo una muestra de sangre, y lo que podrían haber sido quemaduras de origen radiactivo en partes de su piel. La máxima investigadora brasileña, Irene Granchi, habló con la mujer de Villas Boas, Marlena, y le preguntó cómo se sentía con respecto a la posibilidad de que su marido tuviera un vástago extraterrestre. Ella contestó que no le preocupaba y que, en realidad, se sentía orgullosa ante la idea.
El caso dio lugar a infinitas especulaciones, la más obvia de las cuales fue la sugerencia de que Villas Boas había sido víctima de una fantasía erótica.
Cualquiera que sea la realidad, Villas Boas nunca se retractó de lo dicho, a pesar de sentirse a veces molesto por la forma en que su experiencia fue explotada por los medios de comunicación (el encuentro llegó a ser el tema central de una tira cómica francesa) y, a lo largo de los años, su relato no incurrió jamás en contradicciones.
En ese momento Villas Boas comprendió que solamente querían utilizarle en un proceso de reproducción, lo que le disgustó en cierto modo, aunque si ese era el objetivo de toda la operación evidentemente había sido alcanzado. No obstante, la capacidad de la mujer no parecía colmada, pues seguía acariciándole, arrastrando a Villas Boas a una segunda cópula. Después de este contacto, la mujer se volvió aparentemente frígida y se apartó de él; al darse cuenta de que lo habían utilizado, también Villas Boas perdió todo entusiasmo.
En una entrevista concedida veintiún años después, Villas Boas añadió un detalle al relato del encuentro, que hasta entonces no había revelado. Después de la segunda cópula, la mujer le extrajo una muestra de esperma que él supuso que sería conservado para uso posterior.
Antes de retirarse, la mujer se señaló el vientre y luego apuntó hacia el cielo. Villas Boas dijo: «lnterpreté que la señal quería decir que ella iba a volver y me llevaría consigo al lugar donde vivía. Por eso todavía siento miedo; si vuelven a por mí, estoy perdido». La interpretación de los científicos es, en cambio, que ella volvería a su hogar llevando dentro de sí su simiente, de la cual nacería un niño.
Se autorizó a Villas Boas a vestirse y le hicieron recorrer la nave; en esa ocasión, intentó robar uno de los instrumentos, para tener una prueba de su experiencia, pero uno de los alienígenas le sorprendió y le quitó el objeto. De manera bastante brusca se le hizo descender de la nave y quedó en tierra, observando cómo el objeto despegaba a sorprendente velocidad. En total, Villas Boas estuvo más de cuatro horas a bordo.
Posteriormente el examen médico reveló una cicatriz en el lugar de donde se le extrajo una muestra de sangre, y lo que podrían haber sido quemaduras de origen radiactivo en partes de su piel. La máxima investigadora brasileña, Irene Granchi, habló con la mujer de Villas Boas, Marlena, y le preguntó cómo se sentía con respecto a la posibilidad de que su marido tuviera un vástago extraterrestre. Ella contestó que no le preocupaba y que, en realidad, se sentía orgullosa ante la idea.
El caso dio lugar a infinitas especulaciones, la más obvia de las cuales fue la sugerencia de que Villas Boas había sido víctima de una fantasía erótica.
Cualquiera que sea la realidad, Villas Boas nunca se retractó de lo dicho, a pesar de sentirse a veces molesto por la forma en que su experiencia fue explotada por los medios de comunicación (el encuentro llegó a ser el tema central de una tira cómica francesa) y, a lo largo de los años, su relato no incurrió jamás en contradicciones.