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Psicópata, necrófilo y necrófago…
Jeffrey Lionel Dahmer, más conocido como el carnicero de Milwaukee
fue uno de los asesinos en serie más populares del siglo pasado, y no lo
fue por la cantidad de víctimas que asesinó, si no por el grado de
crueldad y el modo despiadado con el que acabó con ellas. Psicópata,
necrófago y necrófilo, ésta es su triste historia.
Dahmer nació en mayo de 1960 en Milwaukee (Wisconsin), y siendo la
excepción de la regla, los primeros años de su infancia transcurrieron
en un ambiente familiar de lo más normal y feliz. Jeff era un niño
simpático y cariñoso hasta que, a punto de cumplir los siete años, fue
operado de una hernia y todo su mundo cambió de forma radical.
Los trastornos y dolores que le produjo dicha hernia le cambiaron el
carácter, convirtiéndolo en un niño retraído y aislado. En la soledad de
su jardín y de los alrededores de la casa, el pequeño Jeff comenzó a
tener unas aficiones bastante macabras; recogía animales aplastados en
la carretera y tras deshuesarlos los enterraba en su cementerio privado
de mascotas. Y cuando no encontraba animales muertos, no dudaba en
realizar el mismo la tarea, torturando a gatos y perros e incluso
destripando a los peces que pescaba en un río cercano para ver cómo era
su interior.
Jeffrey tenía ya quince años y se había convertido en un pequeño
monstruo sin escrúpulos, rubio y atractivo, tras su rostro inocente se
comenzaba a dibujar el terrible asesino en el que no tardaría en
convertirse.
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Con 18 años, la situación familiar ha cambiado, sus padres están a
punto de divorciarse y Jeff, que desde hace un tiempo se refugia
también en el alcohol y las drogas, decide dar un paso más y poner en
práctica lo que tantas veces ha imaginado. Recoge a un autoestopista,
Steven Hicks, y lo lleva a casa de sus padres que pasaban unos días
fuera, allí se emborrachan y se acuestan juntos, a la mañana siguiente,
cuando Hicks le dice que se tiene que marchan, Dahmer lo mata. Más tarde
confesaría que mataba a sus amantes para que no lo abandonaran, una
muestra de su hedonismo controlador. Jeffrey lo mató destrozándole la
cabeza con la barra de unas pesas, más tarde cortó el cadáver en trozos
con un cuchillo de caza, lo metió en bolsas de plástico y lo enterró en
un bosque cercano.
Pasaron varios años hasta que la segunda víctima cayó en sus manos,
era el año 1987. En un bar de homosexuales conoció a Steven Toumi, los
dos fueron a un hotel de las afueras y cuando Jeff se despertó, encontró
a Toumi muerto a su lado. No recordaba haberlo matado, pero tenía la
boca llena de sangre. Metió el cuerpo en una maleta y lo llevó al sótano
de la casa de su abuela, donde vivía en aquella época. Allí, lo
descuartizó y lo tiró a la basura, no sin antes copular con él.
Continuaron los asesinatos… tras su cuarta víctima decidió mudarse a
una casa propia para poder actuar con más libertad y que su abuela no se
diese cuenta de lo que sucedía.
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En 1988, Jeff pagó un dinero a un joven asiático, Kyson
sinthasomphone, para que posara para unas fotos. Le drogó, pero lo dejó
escapar con vida y sin tener relaciones con él. Los padres del chico,
tras llevarlo al hospital, denunciaron a Dahmer que fue arrestado abusos
a un menor.
Su siguiente víctima fue Anthony Sears, un modelo de 24 años. Como
acostumbraba, lo drogó, lo estranguló y más tarde lo descuartizó. Para
salir un poco de la monotonía, se quedó con su cabeza, que tras hervirla
y separar la carne del hueso, pintó con pintura gris y se la guardó en
su armario de los trofeos.
Le llegó la condena por los abusos al joven asiático, cinco años de
libertad condicional. Volvió a casa de su abuela, aunque esto no fue
suficiente motivo para que sus asesinatos cesaran, tras un breve periodo
volvió a mudarse a un apartamento. En los siguientes quince meses,
hasta que fue detenido, mató a otros doce hombres. En esta época se
aficionó también a la necrofagia, cortando largas tiras de carne para
comérselas o bien mordisqueando los cuerpos, de todo esto tomó numerosas
fotografías.
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Fotograma del film Dahmer Vs Ottis
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Su colección de calaveras iba en aumento. Cuando descuartizaba a los
cuerpos, lo que el gustaba lo guardaba en el congelador y lo que no lo
disolvía en un enorme bidón con ácido. Dahmer no estaba interesado en la
muerte o el dolor que podía causar a sus víctimas, a él lo que le
atraía era el destino que podía darles a los cuerpos de sus víctimas. A
veces dormía con los cadáveres a su lado, el quería que sus amantes
siempre estuvieran con él.
Con algunos de ellos hizo prácticas de lobotomía, con un taladro
hacía perforaciones en su cráneo, por donde luego introducía productos
químicos como ácidos. Casi todos morían al instante, pero Dahmer juró
que uno de sus zombies vivió tres días.
En 1991 la policía encontró a un hombre negro vagando por la calle
en estado de shock, con unas esposas colgando de sus muñecas, era Tracy
Edwards, que había conseguido escapar sin saber muy bien como de las
garras de Jeffrey. Este hombre llevó a los agentes hasta la casa de
donde había escapado, y allí hicieron un descubrimiento de lo más
macabro y escalofriante.
El apartamento apestaba, lo primero que encontró la policía fue su
colección de polaroids, con cuerpos abiertos en canal y descuartizados.
En la nevera encontraron una cabeza humana, todavía tierna, y varias
calaveras. En un armario hallaron varios miembros humanos en estado de
descomposición. De la barra de la cortina de la ducha colgaba un
esqueleto casi completo y, en otra habitación, una tétrica colección de
órganos sexuales masculinos amputados y conservados en jarrones con
formol, donde Dahmer solía masturbarse.
En su conjunto, la casa en todos sus rincones era un lugar de verdadera pesadilla.
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La verdad es que Dahmer podía haber sido detenido unos meses antes,
cuando Konerak, un chaval de 14 años, consiguió también escapar de él y
corría desnudo por la calle. Unas chicas del barrio avisaron a la
policía que, en un acto de total negligencia, devolvieron a Konerak al
propio Dahmer, que zanjó la cuestión diciendo que el chaval, que tenía
18 años y era su amante, había cogido una rabieta por una pelea de
enamorados. Por supuesto, Konerak no disfrutó de una segunda
oportunidad. Lo más sorprendente del caso de este chaval es que también
era asiático y que era el hermano de Kyson, el niño de las fotografías
por el que estaba cumpliendo su condena.
La mayoría de víctimas del carnicero de Milwaukee pertenecían a
minorías étnicas por las que la policía no se preocupaba demasiado, las
investigaciones sobre las desapariciones quedaban enterradas entre
papeleo “más importante”, ya que de haberse puesto a investigar en
serio, hubiese sido bastante fácil para la policía dar con Jeffrey y
evitar muchas muertes, ya que no era demasiado cuidadoso en nada de lo
que hacía.
Cuando fue detenido, los policías que le entregaron a Konerak fueron
suspendidos y Dahmer fue condenado a quince cadenas perpetuas
consecutivas, de las que solo cumpliría un par de años, ya que el 23 de
noviembre de 1994, un preso esquizofrénico le machacó la cabeza acabando
con él.
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Sus víctimas:
1978
Steven Hicks, 19 años
1987
Steven Toumi
12 años
1988
James “Jamie” Doxtator
Richard Guerrero
Ezequiel Gilabert
1989
Anthony Sears
1990
Raymond Smith
Eddie Smith
Ernest Miller
David Thomas
Richard Barrow
1991
Curtis Straughter
Errol Lindsey
Tony Hughes
Konerak Sinthasomphone
Matt Turner
Jeremiah Weinberger
Oliver Lacy
Joseph Bradeholt
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