El primer trabajo que Euristeo ordena a Hércules es traerle la piel
del león de Nemea.
Hércules
se pone en camino hacia Nemea, que está a unos veinte kilómetros de Tirinto,
y llegado a Cleonas se aloja en casa de un trabajador llamado Molorco, a
quien ve dispuesto a ofrecer un sacrificio a Zeus Salvador.
Hércules le disuade de hacer entonces el sacrificio, convenciéndole de
que espere treinta días, al término de los cuales si Hércules regresa
vencedor debía Molorco ofrecer en efecto el sacrificio a Zeus Salvador, y en
caso de que Hércules pereciese en el intento, ofrecérselo al propio
Hércules en calidad de héroe. A continuación se encamina a los
parajes frecuentados por el león, a quien encuentra, y empieza por
dispararle sus flechas, no sabiendo que la fiera era invulnerable. Pero a
ver que las flechas le rebotaban en la piel, lo persigue con la maza
acorralándole en una cueva que tenía dos salidas; después de cegar una de
ellas penetra en la cueva, y pasándole el brazo por el cuello lo ahoga o
estrangula. Se dispone después a desollarlo, cosa que no consigue hasta que
se le ocurre hacer el primer desgarro con las propias uñas de la fiera.
Hércules regresa a casa de Molorco, llevando la piel del león,
precisamente el último día del plazo convenido y cuando ya Molorco se
disponía a ofrecerle el sacrificio como héroe; juntos, entonces, ofrecen el
sacrificio a Zeus Salvador. A continuación Hércules lleva la piel del
león a Euristeo, quien es presa de tal pavor, que ordena que en lo sucesivo
Hércules se quede en las afueras de la ciudad y espere allí las
órdenes referentes a los subsiguientes y sucesivos trabajos, que él le dará
por mediación del heraldo Copreo, mientras él, por su parte, Euristeo, se
encierra en una tinaja que manda poner en un sótano, para encontrarse así a
cubierto y resguardado de Hércules y de las fieras que él mismo le
manda traer, muertas unas, vivas otras. Euristeo es, así, el gran cobarde de
la mitología hercúlea, figura odiosa en todo caso, aunque esta odiosidad
pudiera mitigarse por ser el instrumento de Hera.
Por mediación, pues, de Corpeo ordena Euristeo a Hércules el segundo
trabajo, consistente en dar muerte a la Hidra en Lerna.
Hércules monta en un carro conducido por su fiel sobrino Iolao, y llega
a las inmediaciones de Lerna, y precisamente junto a la fuente Amimone,
donde se encontraba el escondrijo de la Hidra. La obliga a salir de su
escondite arrojándole flechas encendidas, y con la maza le corta las
cabezas, pero sin lograr ventaja alguna, pues brotaban dos por cada una que
cortaba. La Hidra se enrosca además en una de las piernas de Hércules,
y por otra parte surge un cangrejo gigantesco, enviado por Hera, que como
aliado de la Hidra ataca también a Hércules, quien llama por su parte
como aliado a Iolao después de dar muerte al cangrejo. Iolao enciende parte
del bosque inmediato, y con los tizones quema los cuellos de la Hidra
impidiendo así que proliferen las cabezas. Hércules entonces le corta
por fin la cabeza inmortal, la entierra colocando encima una pesada roca,
abre en canal el cuerpo de la Hidra y sumerge sus flechas en la bilis de
ésta, haciéndolas empaparse e impregnarse bien del veneno del monstruo. Esta
operación es de consecuencias fatales y decisivas, pues en lo sucesivo las
flechas de Hércules, gracias al veneno de la Hidra, producirán
heridas necesariamente mortales para los mortales y necesariamente
incurables para los inmortales, siendo causa del paso de dios a mortal del
Centauro Quirón, de la muerte de la mayoría de los Centauros, y en especial
de la del Centauro Neso, que traerá como consecuencia, algún tiempo después,
la muerte del propio Hércules por el veneno de una de sus propias
flechas; y andando el tiempo, la utilización de estas flechas en el sitio de
Troya, imprescindible para la conquista de la ciudad, y en particular la
muerte de Paris por una de ellas, disparada por Filoctetes. Así es, pues,
como dio cima a Hércules a este segundo trabajo; pero Euristeo,
alegando que no podía ser válido por no haberlo realizado Hércules
solo sino con la ayuda de Iolao, lo excluye de la cuenta de los diez por él
ordenados.
El
tercer trabajo que ordena Euristeo a Hércules es traer viva a Micenas
la cierva de Cerinía, comúnmente llamada la cierva de los cuernos de oro.
Pues bien, estaba esta cierva consagrada a Ártemis, y esa parece ser en el
mito la causa que se le ordenara traerla viva, y de que, por añadidura, no
quisiera tampoco Hércules herirla. La persigue, así, cuidadosamente,
durando un año entero la persecución, hasta que al fin la captura, no sin
embargo sin dispararle últimamente una flecha, en el momento en que la
cierva estaba pasando el río Ladón; y cargándosela sobre los hombros la
transporta a través de Arcadia en dirección a Micenas. Durante este viaje de
retorno con la cierva a cuestas, se encuentra Hércules con Apolo y
Ártemis; ésta le echa en cara su intento de dar muerte a un animal que le
estaba consagrado, e intenta, a su vez, arrebatárselo a Hércules;
pero éste se disculpa alegando la necesidad en que se encuentra de obedecer
a Euristeo, con lo que la diosa se aplaca y le permite que se la lleve, como
en efecto lo hace, logrando hacerla llegar viva a Micenas.
Otra vista espectacular del templo de Hércules en Agrigento, Sicilia,
Italia
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Como cuarto trabajo ordena Euristeo a Hércules traer, también vivo,
al jabalí del Erimanto, animal que devastaba la Psofide. Este trabajo es
poco significativo o importante en sí mismo, pero célebre en cambio por un
episodio accesorio, que es el siguiente. En su camino hacia el Erimanto
(montaña de Arcadia) Hércules se hospeda en Fóloe, en casa del
centauro Folo, hijo de Isleño y de una ninfa Melia. Folo ofrece a
Hércules carne asada, mientras él mismo la toma cruda. Hércules
pide vino, a pesar de su amabilidad (sólo él y Quirón son buenos entre los
Centauros), le dice que le parece peligroso abrir el tonel que es propiedad
común de los Centauros; pero Hércules insiste, Folo lo abre, y al
olor del vino acuden los Centauros armados de rocas y abetos. Hércules
rechaza a los dos primeros, Anquio y Agrio, con tizones encendidos, y a los
demás los persigue a flechazo hasta el promontorio Malea, en el extremo Sur
del Peloponeso. Los Centauros se amparaban detrás de Quirón, y una flecha
lanzada contra uno de ellos, Élato, le atraviesa el brazo y va a clavarse en
la rodilla de Quirón, causando enorme disgusto a Hércules, que corre
a sacársela y le aplica un remedio que le proporciona el propio Quirón. Pero
la herida era incurable por ser Quirón inmortal, y éste, agobiado por los
terribles dolores que le producían, pide a Zeus que le haga morir para que
cesen sus sufrimientos. Parecía esto imposible, pero se consigue gracias a
la intervención de Prometeo, que se ofrece en lugar de Quirón.
De los restantes Centauros, la mayoría de los que lograron escapar fueron
acogidos por Posidón en un monte próximo a Eleusis; uno de los
supervivientes, llamado Euritón, se refugia en Fóloe, y luego veremos como
muere al fin también en manos de Hércules. Pero el más famoso de esos
supervivientes es Neso, que llega al río Eveno, en Etolia, y allí
permanecerá hasta que al fin lo aniquile igualmente Hércules, ya
hacia el fin de la vida de éste. En cuanto a Folo, arranca de uno de los
muertos una flecha y se pone a examinarla, maravillándose de que siendo tan
pequeña pueda dar muerte a seres tan gigantescos como son ellos, los
Centauros; pero mientras la está observando se le resbala de la mano, le cae
en un pie y lo mata en el acto.
Hércules en su regreso a Fóloe da honrosa sepultura al buen
Centauro Folo, tras de lo cual parte por fin en busca del jabalí, lo
persigue y acosa hasta hacerlo meterse en un paraje donde la nieve es muy
profunda, estando ya el animal fatigado, lo captura a lazo, y lo lleva vivo
a Micenas. Los dientes de este jabalí pretendían poseerlos, en época
histórica, guardados en un templo de Apolo, los habitantes de Cumas.
Como quinto trabajo recibe Hércules la orden de limpiar los establos
del rey Augías sacando en un solo día todo el estiércol. Era Augías rey de
la Élide, hijo ya sea del sol, ya de Posidón, ya de Forbante, y poseía
enormes rebaños. A él se presenta Hércules, pero en lugar de
manifestarle que viene por orden de Euristeo, se lo oculta, y pacta con él
la limpieza de los establos en un solo día al precio de la décima parte del
ganado. Augías accede a este pacto porque no cree a Hércules capaz de
cumplirla así, pero como testigo del pacto actúa el propio hijo de Augías,
Fileo. Hércules abre un canal en los cimientos del establo, y,
desviando el curso de los ríos Alfeo y Peneo, logra hacerlos pasar por los
establos y que su impetuosa corriente arrastre el estiércol, quedando así
limpios en un solo día los establos. Pero Augías, que se ha enterado de lo
que ha hecho por orden de Euristeo, se niega a entregarle el salario
convenido, mostrándose dispuesto a acudir a juicio. En el juicio Fileo
testimonia contra su padre y a favor de Hércules, por lo que Augías,
encolerizado, los expulsa de su reino a los dos. Fileo va a establecerse a
la isla de Duliquio. Hércules marcha por el momento a casa de
Dexámeno, libera a la hija de éste, Mnesímaca, de la necesidad de casarse a
viva fuerza con el Centauro Euritión, que a ello quería obligarla, dando
muerte al Centauro.
Templo de Hércules en Agrigento, Sicilia, Italia
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En
cuanto a la limpieza de los establos de Augías, este trabajo fue doblemente
inútil para Hércules, pues si por una parte, como hemos visto, Augías
se negó a pagarle el precio convenido, alegando que tenía que hacerlo de
todos modos por estar al servicio de Euristeo, a su vez este se negó a darle
validez, alegando que lo había hecho mediante contrato con Augías, por lo
que, lo mismo que el segundo trabajo, quedó excluido de la cuenta; y son,
así, los trabajos segundo y quinto los que, al no ser aceptados como válidos
por Euristeo, dan lugar a que este exiga otros dos más en su lugar y a que
resulten doce en total.
El
sexto trabajo ordenado por Euristeo fue ahuyentar a las aves del Estinfalo,
lago de Arcadia rodeado de espesa selva, en las que se refugiaban, huyendo
de los lobos, innumerables aves. No sabiendo Hércules como hacerlas
salir de la espesura, le da Atenea unas castañuelas de bronce que a su vez
había ella recibido de Hefesto. Las hace sonar, y las aves, espantadas,
emprenden el vuelo; Hércules entonces las abate a flechazos.
El séptimo trabajo consistió en traer vivo de Creta un toro que, según
Acusilao, sería el que había transportado a la princesa Europa para llevarla
a presencia de Zeus, se trataba del toro que hizo brotar del mar Posidón
cuando Minos prometió sacrificar lo que del mar saliese; pues habiendo, en
efecto, salido prodigiosamente un magnífico toro, Minos, admirado de su
belleza, no quiso sacrificarlo, enviándolo a engrosar sus rebaños y
sacrificando otro en su lugar; Posidón, irritado, hizo salvaje al toro,
pero, sobre todo, se tomó contra Minos la refinada venganza de hacer que su
esposa Pasifae, hija del sol, se enamorase del toro, y de manera tan
perdida, que consiguió, gracias a la ayuda de Dédalo, llegar a la
consumación de este amor bestial, concibiendo del toro el monstruo llamado
Minotauro. Pues bien, de este toro monstruosamente amado por Pasifae es del
que explícitamente dicen Diodoro e Higinio que fue el que Euristeo mando a
Hércules traer. Hércules se presenta a Minos y le expone su
misión; Minos le autoriza capturarlo si puede. Así lo hace Hércules,
se lo lleva a Euristeo (cruzando el mar Egeo a lomos del toro según Diodoro),
y, después de mostrárselo, lo deja suelto. El toro recorre el Peloponeso,
atraviesa el Istmo y acaba por establecerse en el Ática, en Maratón, donde
causa estragos y algún tiempo después lo matará Teseo en lo que será una de
las más famosas hazañas de éste.
El octavo trabajo consistió en traer a Micenas las yeguas antropófagas de
Diomedes, rey de Tracia e hijo de Ares, poseedor de unas yeguas a las que
había enseñado a alimentarse de la carne de sus huéspedes.
Hércules parte acompañado de algunos voluntarios, y durante su viaje de
ida hace alto en Feras de Tesalia, en el palacio del rey Admeto, a cuya
esposa Alcestis libera de los brazos de la Muerte.
Continúa este su viaje y al llegar a Tracia, al país de los Bístones, que
eran los súbditos de Diomedes, fuerza la entrada a los establos y se lleva
las yeguas en dirección al mar. Acuden los Bístones, con Diomedes a la
cabeza, y entonces Hércules deja las yeguas al cuidado de su favorito
Abdero, y él lucha con los Bístones, mata a muchos de ellos incluyendo al
rey Diomedes, y pone en fuga a los restantes. Entretanto las yeguas habían
devorado a Abdero; Hércules funda allí mismo la ciudad de Abdera,
junto al sepulcro en el que entierra a su amigo, y lleva las yeguas a
Euristeo. Éste las suelta, y las yeguas se encaminan al Olimpo, donde mueren
a su vez devoradas por las fieras.
Como noveno trabajo ordena Euristeo a Hércules que traiga el cinturón
de Hipólita, reina de las Amazonas.
Templo de Hércules en Agrigento, Sicilia, Italia fotografiado desde el
la estatua de Zeus no observable en la foto.
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Hércules se embarca, en compañía de aliados y voluntarios, y tras
algunas escaramuzas en Paros (donde da muerte a cuatro hijos de Minos
llamados Eurimedonte, Crises, Nefalión y Filolao y toma a su servicio, en
compesación de dos de sus compañeros que habían sido asesinados por lo
parios, a dos nietos de Minos, hijos de andrógeo, llamados Alceo y Esténelo)
y en Misia (donde, en auxilio del rey Lico, combate a los Bébrices y da
muerte al rey Migdon, hermano de Ámico, arrebatando a los Bébrices gran
parte de su territorio, que regala a Lico, quien le da el nombre de
Heraclea), arriba al país de las Amazonas, fondeando en Temiscira.
Allí acude a visitarle a bordo la reina Hipólita, quien, después de
enterarse por el propio Hércules del propósito que le ha traído, le
promete darle el cinturón. Mas entretanto Hera, tomando la apariencia de una
Amazona, se presenta ante la multitud de éstas y les da falsa noticia de que
su reina ha sido hecha prisionera por los extranjeros; las Amazonas entonces
se lanzan a caballo contra el navío. Hércules, creyendo que se trata
de una emboscada previamente dispuesta, da muerte a Hipólita, le quita el
cinturón, y luchando con las restantes Amazonas leva las anclas y se hace a
la mar, arribando, no mucho después, a las costas de Troya.
Al llegar Hércules, Troya se encontraba afligida por una calamidad
sumamente parecida, aunque no en su origen, a la que en Etiopía había
remediado Perseo al liberar a Andrómeda, pues también en Troya estaba la
hija del rey, llamada Hesíone, encadenada a una roca para ser devorada por
un monstruo marino; pero el origen de tal desgracia había sido la perfidia
del rey Laomedonte contra los dioses Posidón y Apolo. Habían venido estos a
Troya para ponerse al servicio de Laomedonte, ya fuera en figura humana y
para probar a Laomedonte, ya sin disimular su condición de dioses y como
castigo impuesto por Zeus por haberse rebelado contra él.
Pues bien, en el momento de arribar Hércules, Hesíone está, en
efecto, encadenada esperando la llegada del monstruo que ha de devorarla. A
partir de aquí ya no hay nada de común con perseo-Andrómeda salvo el nudo
hecho de que Hércules salva a Hesíone matando al cetáceo y mediante
un pacto con el padre de la joven, del mismo modo que Perseo había salvado a
Andrómeda matando al cetáceo y mediante un pacto con los padres de
Andrómeda; pero todo lo demás es ya netamente diferente: el modo de matar al
cetáceo, el contenido del pacto, su incumplimiento por Laomedonte, las
consecuencias de este incumplimiento y, rasgo muy destacado, la absoluta
ausencia de interés amoroso de Hércules por Hesíone a diferencia de
la ardorosa, fiel y duradera pasión conyugal de Perseo por Andrómeda.
Hércules, pues, se ofrece a salvar a Hesíone, pactando con Laomedonte
que recibirá en recompensa los caballos divinos que en otro tiempo entregara
Zeus a Tros, abuelo de Laomedonte, como reparación por el pacto de su hijo
Ganímedes. Hércules, en efecto, espera la llegada del monstruo y le
da muerte, tras de lo cual libera a Hesíone y se la entrega a su padre,
pero, hay otra versión en la que la liberación es anterior a la matanza del
monstruo, y después de la matanza Hércules da a escoger a Hesíone
entre quedarse con su padre o irse con Hércules, escogiendo la joven
esto último, por temor a volver a ser entregada a cualquier nuevo monstruo;
tras de lo cual Hércules se la deja en depósito a Laomedonte,
juntamente con los caballos, hasta que él regrese con los Argonautas; y es
cuando regresa cuando Laomedonte se niega a entregarle los caballos.
Hércules por el momento se limita a amenazarlo con la guerra, y se hace
a la mar. Y tras algunas escaramuzas en Eno, en Tasos y en Torone, llega a
Micenas y entrega a Euristeo el cinturón de Hipólita.
El décimo trabajo consistió en traer vivas a Micenas, desde los confines del
Océano, las vacas del monstruoso Gerión, ser de tres cuerpos que habitaba en
Eritía, isla situada junto a lo que después fue Cádiz, junto al océano.
Tenía el monstruo los tres cuerpos fundidos en uno desde la cintura para
arriba, y bien separados desde las caderas hacia abajo. Sus innumerables
vacadas eran pastoreadas por Euritión y guardadas por el también monstruoso
perro bicéfalo Orto, hijo de Equidna y Tifoeo.
Éste es uno de los más largos viajes de Hércules. Hay dos versiones
sobre este viaje, en una, lo empieza por Europa, pero pasa después a África,
y arribando más tarde Tarteso, en la costa meridional de España, coloca
allí, en los confines de Europa y África, como recuerdo de su paso, unas
columnas que en lo sucesivo se llamarán las columnas de Hércules. En
cambio, en la otra se implica, aunque no necesariamente, que haría todo el
viaje por tierra, sin salir de Europa, y durante este viaje este viaje
terrestre tiene lugar la aventura de la que resultará el nombre del Pirineo
o cordillera pirenaica. En la primera versión, también se cuenta la
formación o abertura del estrecho de Gibraltar, estableciendo comunicación
entre el Océano y el Mediterráneo. En esta misma versión, se dice que
Hércules, entonces, continúa su viaje, recibiendo del sol un calor
excesivo, así que apunta con su arco contra el Sol; admirado éste de tanta
audacia, le proporciona una vasija de oro que le sirva de embarcación para
llegar a la isla de Eritía atravesando el océano. Así lo hace Hércules,
llega a su destino, golpea al perro de Orto con la maza, mata al vaquero
Euritión, se lleva las vacas, mata también a Gerión, que acude, avisado por
otro pastor a rescatarlas, mete las vacas en la vasija de oro, emprende la
travesía de regreso y, habiendo llegado a Tarteso, devuelve la vasija al Sol
, continuando su viaje, con el rebaño, a pie, por España e Italia en
dirección a Grecia.
Al pasar por Liguria, dos hijos de Posidón llamados Yalebión y Dercino,
intentan robarle el ganado y mueren a manos de Hércules. Continúa
éste su viaje por Toscana y se da el episodio de Caco, que es de la otra
versión. Caco, ser monstruoso, hijo de Vulcano y que respiraba llamas de
humo, le roba a Hércules algunas de las vacas y se las lleva,
tirándoles de los rabos y haciéndolas así andar hacia atrás, a la cueva
donde solía vivir. Hércules descubre el hurto y el lugar donde había
escondido Cacolas vacas robadas, y entonces acomete a éste, descuajando los
peñascos que formaban el techo de la cueva, y la da muerte, recuperando
luego las vacas.
Continúa Hércules su viaje de regreso a Grecia y llega a Regio, en el
extremo meridional de Italia, donde uno de los toros emprende veloz carrera,
penetra en el mar y llega hasta Sicilia, hasta el campo de Érix, un hijo de
Posidón que reinaba sobre los Élimos, el cual mezcla al toro entre sus
propios rebaños.
Hércules
encomienda a Hefesto la guarda de las vacas, y él pasa a Sicilia en busca
del toro desmandado, lo encuentra entre los rebaños de Érix y se lo reclama
a éste. Érix le desafía a luchar con él, y, tras ser derrotado Hércules
tres veces, acaba por dar muerte a Érix. Hércules, después de haber
recuperado al toro desmandado, se lo lleva, lo une de nuevo al resto del
rebaño de Gerión y se dirige con este rebaño al mar Jónico, que atraviesan
arribando a Grecia. En Gracia se dispersan las vacas por cuasa de un
tábano que envía Hera contra el rebaño; Hércules las persigue por las
montañas de Tracia; algunas se le escapan definitivamente y se hacen
salvajes; las restantes las recupera, las lleva al Helesponto y, por fin,
pasando de nuevo por Tracia, logra hacerlas llegar a Micenas y entregárselas
a Euristeo, quien las sacrifica en honor de Hera.
Como undécimo
trabajo le manda que traiga las manzanas de oro de las Hespérides.
Hércules emprende el viaje y llega al río Equedoro, donde combate con
Cicno, hijo de Ares y de Pirene; Ares toma parte en la lucha a favor de su
hijo, pero un rayo de Zeus separa a los contendientes. Prosigue su viaje y
llega al río Erídano y allí unas Ninfas, hijas de Zeus y de Temis, le
revelan dónde se encuentra Nereo dormido. Hércules lo agarra y
encadena, sin soltarlo a pesar de que Nereo toma toda clase de formas, hasta
que Nereo le indica el sitio donde están las Hespérides y sus manzanas de
oro.
Recorre entonces África, donde lucha con Anteo. Hércules logra
vencerlo y darle muerte levantándolo en vilo y cortándole así el suministro
de energía que recibía de la tierra. A continuación pasa Hércules a
Egipto , donde lleva a cabo un nuevo parergon, al enfrentarse con otro
temible enemigo, también hijo de Posidón , Busiris, que era rey de Egipto y
acostumbraba a sacrificar a los extranjeros en el altar de zeus, en virtud
del oráculo o profecía que le había formulado un adivino de Chipre llamado
Frasio, según el cual cesaría la esterilidad que afligía los campos de
Egipto si se sacrificaba a un extranjero cada año. Busiris siguió estas
instrucciones, empezando por matar al propio Frasio, y continuando con unos
cuantos extranjeros que llegaban al país. Hércules da muerte a
Busiris.
Perfil del templo de Hércules en Agrigento, Sicilia, Italia
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Prosigue Hércules su viaje, ahora por Asia, llegando a Termidras,
puerto de los Lindios, y después a Arabia, donde da muerte a Ematión, hijo
de Titono y de la Aurora. Vueve a África, recibe de nuevo la vasija del sol
y sale al Océano. Pasa después al continente inmediato, llegando al Cáucaso,
donde realiza la liberación de Prometeo. Éste, agradecido a
Hércules, le hace una revelación, consistente en unas instrucciones, que
le serán de suma utilidad para dar cima a este undécimo trabajo que hasta
ese momento no había conseguido Hércules ni empezar siquiera, a pesar
de tan interminables viajes: le dice cuál es el camino que deberá seguir
para llegar por fin a su objetivo, precaviéndole además que no debe ir él
mismo hasta el jardín de las Hespérides, sino solamente a presencia de
Atlas, a quien deberá convencer de que, dejando mientras tanto descansar la
bóveda del cielo en los hombros de Hércules, vaya él a buscar las
manzanas. Y aún le da un consejo más Prometeo sobre la manera de engañar a
Atlas para que vuelva a cargarse sobre los hombros la bóveda celeste,
previendo sin duda Prometeo que Atlas, al verse libre de la carga, no iba a
querer volver a sostenerla y trataría de dejar a Hércules con ella
encima.
Hércules cumple puntualmente las instrucciones de Prometeo y llega a
presencia de Atlas; y sosteniendo, pues, el cielo sobre los hombros es como
se encontraba éste cuando Hércules se le presenta y le convence de
que vaya a buscar las manzanas, sustituyéndole Hércules como sostén
de la bóveda celeste. Atlas coge en el jardín de las Hespérides las manzanas
de oro y regresa con ellas a presencia de Hércules; pero, sintiéndose
sin duda muy contento al verse aliviado del peso de la bóveda celeste, se
niega a cargársela de nuevo, diciéndole a Hércules que él mismo
llevará las manzanas a Euristeo. Y ahora es cuando Hércules hace uso
del engaño que la había sugerido y recomendado Prometeo: le dice a Atlas que
le sostenga un momento el cielo mientras él, Hércules, se pone una
almohadilla en la cabeza. Atlas cae en la trampa: deja en el suelo las
manzanas y se carga a hombros el cielo, momento en el cual Hércules
coge las manzanas y se aleja a buen paso despidiéndose de Atlas.
Hay, sin embargo, otra variante que dice que es el propio Hércules
quien va al jardín de las Hespérides a coger personalmente las manzanas
matando al dragón encargado de su protección. Pero en las dos
versiones, Hércules lleva las manzanas a Euristeo, quien se las
regala al propio Hércules; este a su vez se las da a Atenea, quien
por último las devuelve a su lugar de origen, por no estar permitido que
estuvieran en ningún otro sitio. Y por fin el duodécimo y último trabajo que
ordena Euristeo consiste en traer del Infierno a Cerbero, el perro de tres
cabezas y una cola de dragón y múltiples cabezas de serpiente en el lomo.
Hércules empieza por encaminarse a Eleusis, donde es purificado de la
matanza de los Centauros por Eumolpo, y admitido después a los misterios.
Marcha luego al extremo meridional del Peloponeso y por una abertura del
Tenaro desciende al Infierno.
Al verle huyen las almas de los muertos a excepción de las de Meleagro y
Medusa. A ésta le acomete Hércules con la espada, como si estuviera
viva, hasta que Hermes le hace saber que es una mera imagen o sombra. Por su
parte Meleagro celebra con él una conversación en la que le exhorta a
casarse, a su regreso al mundo de los vivos, con su hermana Deyanira, cosa
que en efecto hará Hércules y traerá como consecuencia, aunque no
inmediata, su propia muerte. Hércules encuentra, cerca de las puertas
del Infierno, a Teseo y Pirítoo, allí encadenados por haber descendido con
el propósito de raptar a Perséfone para Pirítoo; Hércules libera a Teseo,
pero al intentar hacer lo mismo con Pirítoo se produce un temblor de tierra
y Hércules renuncia a su propósito, por lo que Pirítoo permanece para
siempre en el Hades, mientras que Teseo volverá al mundo de arriba con
Hércules. Queriendo este proporcionar sangre a las almas del infierno,
mata una de las vacas de Hades; el pastor que las guardaba, llamado Menetes,
desafía a luchar a Hércules, quien le rompe las costillas, pero le
perdona la vida a petición de Perséfone.
Por fin Hércules pide directamente a Plutón el perro que ha venido a
buscar; Plutón le autoriza a llevárselo si es capaz de apoderarse de él sin
hacer uso de sus armas; así lo hace Hércules, resguardado únicamente
por su coraza y por la piel del león, y agarrando a Cerebro no lo suelta, a
pesar de ser mordido por la serpiente que éste tenía en la cola, hasta que
Cerebro se muestra domado o dispuesto a seguirle. Tras de lo cual emprende,
con él y con Teseo, la ascensión, saliendo a flor de tierra por Trecén,
llevando a Cerbero a presencia de Euristeo, y volviendo en seguida a
llevarlo al infierno, donde lo deja definitivamente.