Cuando
los israelitas arribaron a la Tierra Prometida, luego del éxodo de
Egipto, y tras su largo y místico peregrinaje por el desierto, se
encontraron con un territorio poblado por un conjunto de personas a los
que los recién llegados llamaron cananeos, y con los que compartieron
costumbres y lazos culturales, a pesar de que Iavé, el dios hebreo les
habría ordenado destruirlos. Si bien con los cananeos la coexistencia
fue pacífica, poseyendo un idioma similar, debiendo los primitivos
habitantes pagar tributo a los hebreos, el constante riesgo provenía de
pueblos vecinos, principalmente los filisteos, que integraban los
llamados “pueblos del mar”. Cuando fueron vencidos por los egipcios, los
filisteos ocuparon la zona de llanura ubicada en la costa sur
Palestina.
Los filisteos constituían una confederación de cinco ciudades: Gaza, Escalón, Ashod, Ekrón y Gad. No eran semitas como los hebreos y cananeos, sino descendientes de los cretenses minoicos. Su apariencia física era agradable. Altos, delgados y atléticos, decoraban sus cabellos con penachos de plumas.
Hacia el año 1200 a.C, el gobierno del pueblo hebreo carecía de
centralización y era ejercido en situaciones de crisis por los jueces.
Uno de ellos fue Sansón, cuyo mandato se extendió por veinte años. Fue
famoso por sus hazañas contra los filisteos, y seguramente la
imaginación popular, creó relatos como el que se expone a continuación,
que muestran, a pesar de ser de dudosa autenticidad, la profunda
convicción del pueblo judío sobre la obediencia incondicional a Dios, y
las terribles consecuencias que implicaban romper el pacto divino.
También es una enseñanza sobre los perjuicios que acarrean las pasiones,
relatado en la Biblia, en el “Libro de los Jueces”.
Sansón había nacido de mujer estéril y por decisión divina, fue consagrado nazareo, o sea a Yahvé, el único Dios. Esta situación impedía cortarse el cabello y la barba, además de no tener contacto con cadáveres y abstenerse de consumir productos de viña.
La relación de Sansón con los filisteos y el sexo femenino, fue siempre complicada.
Su primer casamiento, fue con una mujer filistea. En el banquete de la boda, realizó una apuesta a algunos filisteos, comprometiéndose a pagar treinta túnicas si los filisteos descubrían un acertijo. Los filisteos lo aciertan pues la mujer de Sansón, única portadora de la respuesta, por confesión de su reciente esposo, les había revelado el secreto.
Para obtener las ropas, Sansón mató a treinta filisteos, y abandonó a su mujer que fue dada por su padre como esposa a un filisteo. Enterado de ello, Sansón que pretendía recuperar a su esposa, incendió los campos de los filisteos, utilizando para ello, trescientas zorras, atadas por sus colas, que portaban antorchas encendidas.
Los filisteos responden matando, a la mujer de Sansón y a su suegro, lo que inicia una cruel cacería por parte de Sansón, hacia los filisteos. Estos últimos, penetraron con su ejército en Judá, y ante el pedido popular, Sansón se entregó a sus enemigos, siendo atado con fuertes cuerdas, que con la ayuda de la fuerza divina, consiguió romper y matar a mil filisteos.
Por segunda vez, Sansón conoció a una mujer que marcará su existencia. Se trató de una persona de dudosa reputación, residente en Gaza, lugar donde los filisteos le tendieron una nueva emboscada, de la que otra vez salió airoso.
Dalila fue la tercera dama que lo condujo por la senda de los problemas, y también era filistea. Dalila era cómplice de los miembros de su pueblo, presididos por Hanún, su rey, y su propósito era conocer el secreto de la fuerza de Sansón. El nazareo, al principio, temió ser engañado y mientió, pero luego, seducido por la hermosa mujer, le confesó que en su larga cabellera radicaba su poder, ya que sus votos como nazareo le impedían cortárselo, y Dios le quitaría como castigo, su fuerza, si lo hiciera.
Dalila, en posesión del secreto, lo durmió y le cortó su cabellera. Esto le permitió a los filisteos dominarlo, sacarle los ojos, y llevarlo a Gaza donde se lo condenó a dar vueltas a una muela de molino.
Objeto de las burlas, humillado y ultrajado, imploró Sansón a Dios por la recuperación de sus fuerzas, en un templo filisteo donde se le rendía homenaje al dios Dagón, donde Sansón era obligado a permanecer como objeto de escarnio.
Dios se conmovió y le devolvió las fuerzas, ante lo cual, Sansón consiguió desplomar las columnas que sostenían el templo, ocasionando la muerte de 3.000 filisteos.
Los filisteos constituían una confederación de cinco ciudades: Gaza, Escalón, Ashod, Ekrón y Gad. No eran semitas como los hebreos y cananeos, sino descendientes de los cretenses minoicos. Su apariencia física era agradable. Altos, delgados y atléticos, decoraban sus cabellos con penachos de plumas.
Sansón había nacido de mujer estéril y por decisión divina, fue consagrado nazareo, o sea a Yahvé, el único Dios. Esta situación impedía cortarse el cabello y la barba, además de no tener contacto con cadáveres y abstenerse de consumir productos de viña.
La relación de Sansón con los filisteos y el sexo femenino, fue siempre complicada.
Su primer casamiento, fue con una mujer filistea. En el banquete de la boda, realizó una apuesta a algunos filisteos, comprometiéndose a pagar treinta túnicas si los filisteos descubrían un acertijo. Los filisteos lo aciertan pues la mujer de Sansón, única portadora de la respuesta, por confesión de su reciente esposo, les había revelado el secreto.
Para obtener las ropas, Sansón mató a treinta filisteos, y abandonó a su mujer que fue dada por su padre como esposa a un filisteo. Enterado de ello, Sansón que pretendía recuperar a su esposa, incendió los campos de los filisteos, utilizando para ello, trescientas zorras, atadas por sus colas, que portaban antorchas encendidas.
Los filisteos responden matando, a la mujer de Sansón y a su suegro, lo que inicia una cruel cacería por parte de Sansón, hacia los filisteos. Estos últimos, penetraron con su ejército en Judá, y ante el pedido popular, Sansón se entregó a sus enemigos, siendo atado con fuertes cuerdas, que con la ayuda de la fuerza divina, consiguió romper y matar a mil filisteos.
Por segunda vez, Sansón conoció a una mujer que marcará su existencia. Se trató de una persona de dudosa reputación, residente en Gaza, lugar donde los filisteos le tendieron una nueva emboscada, de la que otra vez salió airoso.
Dalila fue la tercera dama que lo condujo por la senda de los problemas, y también era filistea. Dalila era cómplice de los miembros de su pueblo, presididos por Hanún, su rey, y su propósito era conocer el secreto de la fuerza de Sansón. El nazareo, al principio, temió ser engañado y mientió, pero luego, seducido por la hermosa mujer, le confesó que en su larga cabellera radicaba su poder, ya que sus votos como nazareo le impedían cortárselo, y Dios le quitaría como castigo, su fuerza, si lo hiciera.
Dalila, en posesión del secreto, lo durmió y le cortó su cabellera. Esto le permitió a los filisteos dominarlo, sacarle los ojos, y llevarlo a Gaza donde se lo condenó a dar vueltas a una muela de molino.
Objeto de las burlas, humillado y ultrajado, imploró Sansón a Dios por la recuperación de sus fuerzas, en un templo filisteo donde se le rendía homenaje al dios Dagón, donde Sansón era obligado a permanecer como objeto de escarnio.
Dios se conmovió y le devolvió las fuerzas, ante lo cual, Sansón consiguió desplomar las columnas que sostenían el templo, ocasionando la muerte de 3.000 filisteos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario