jueves, 27 de septiembre de 2012

Uri Geller


UriGeller_000Un Israelí que parece desafiar las leyes de la física torciendo cucharas y derritiendo metales con la fuerza de su mente.
Se trata del mundialmente famoso Uri Geller, un joven parapsicólogo de asombrosa y discutida historia sobre quien recaen los más dispares calificativos, que van desde “charlatán” hasta “hacedor de milagros”.
Veamos algunas de sus más sorprendentes experiencias.  En junio de 1974, ante un calificado grupo de científicos reunidos en el laboratorio de física del Birkbeck College, en la Universidad de Londres, centuplicó dos veces las señales de un “contador Geiger”, aparato físico de gran precisión cuyo ritmo estable es de 0.5 señales por segundo.  Pues bien, en pocos segundos estas señales subieron a 200 veces más de lo normal –lo que equivaldría a una radiación nuclear-, fenómeno debido únicamente a la intensa concentración mental de Uri Geller.  Al menos los científicos presentes atestiguaron que ningún otro factor, salvo ese, ejercía en esos momentos influencia sobre el contador Geiger.
En el mismo laboratorio y fiscalizado por los científicos, el parapsicólogo realizó estas otras pruebas: dobló metales con sólo tocarlos; quebró un cristal encerrado dentro de un hermético envase pasando la mano a varios centímetros de éste; e hizo girar bruscamente brújulas y magnetómetros con la fuerza de su mente.
El matemático John Taylor declaró: “He comprobado que en estas experiencias no hay posibilidad de fraude alguno.  Uri Geller es tan excepcional que plantea un serio desafío a la ciencia contemporánea”.
El joven israelí, sin embargo, ya había conmocionado al mundo científico antes de las pruebas llevadas a cabo en la Universidad de Londres.
Efectivamente, en 1972 efectuó experimentos de telepatía en el Instituto Stanford de Investigaciones, de California, Estados Unidos.
Allí, se lo encerró en una habitación hermética, de dobles paredes de acero; afuera, los experimentadores hacían dibujos y el parapsicólogo, mediante su concentración mental, percibía telepáticamente esos dibujos y los reproducía en un papel desde su aislado encierro.
Sin embargo, este anverso tiene su reverso.  Según “Nature”, la más prestigiosa revista científica inglesa, las precauciones adoptadas por las autoridades del Instituto Stanford fueron “demasiado vagas”, insinuando que los investigadores fueron embaucados por las astutas técnicas ilusionistas del supuesto paranormal.
Por su parte, el mago Melbourne Christopher afirma que Geller se vale de muy hábiles “trucos”, jactándose de haberlos desenmascarado uno por uno.  Y pregunta, desafiante: ¿por qué se niega obstinadamente a realizar sus pruebas ante los prestigitadores profesionales, tan capaces como él de cumplir esas “proezas”?
A estas acusaciones, Uri Geller contrapone sus propios argumentos.
Precisamente uno de sus más entusiastas defensores es el médico y parapsicólogo Andrija Puharich, catedrático del Stanford, quien recibió en su casa al joven israelí.  Narra que durante esa visita ocurrieron cosas tan extrañas como estas:
-“El cenicero que estaba sobre una mesita ratona entre Uri y yo se levantó de pronto unos 30 centímetros, y después de permanecer unos minutos suspendido en el aire salió por la ventana, reapareciendo momentos después en el patio, a cinco metros de donde estábamos nosotros.  Luego, mientras caminábamos por el jardín, un pisapapeles que habitualmente se encuentra sobre mi escritorio, aterrizó instantáneamente junto a mis pies.
Pero lo que terminó de convencerme de los excepcionales poderes de Geller fue esta prueba de telepatía: hizo dos dibujos que nadie más que él vio, luego miró fijamente a mi hijo de 14 años para “trasmitirle las imágenes”.  De inmediato, mi hijo, sin vacilar, dibujó dos figuras –un auto y un gato- que, cotejadas con las que había trazado Uri resultaron ser asombrosamente parecidas”.
Claro que también puede resultar muy razonable dudar de la veracidad de lo antedicho si uno se entera, por ejemplo, que Andrija Puharich oficia de empresario de Geller en sus presentaciones en teatros del mundo entero y, por lo tanto, cabe la posibilidad de que invente historias fantásticas sobre su contratado, a fin de despertar grandes expectativas en el público a favor del “show-business”.
uri_gellerSus experiencias más divulgadas en esas presentaciones personales consisten en doblar cubiertos y hacer funcionar relojes descompuestos a los que les faltan piezas fundamentales; todo sin más recurso que su concentración mental.  Y esto también da pie a la polémica, pues no todos los cubiertos se doblan ni todos los relojes se componen.
De tal modo, su auditorio queda dividido entre quienes lo consideran un superdotado y quienes lo tildan de impostor; unos le otorgan poderes mágicos, otros reniegan de él.
En la época en que todavía se cuestionaban sus poderes paranormales, allá por 1973, un programa de televisión de la B.B.C. de Londres, conmocionó prácticamente a toda Europa.  A pocos minutos de haber comenzado Uri su programa, numerosos televidentes telefonearon a la emisora haciendo saber que en sus casas se estaban doblando cubiertos y echando a andar relojes que hacia años que estaban descompuestos.
Para los magos profesionales, sin embargo, este fenómeno tiene una sencilla explicación.
El hecho de que haya personas que al ver por televisión las experiencias de doblar cubiertos y arreglar relojes descompuestos comprueben que en sus propias casas está ocurriendo lo mismo, obedece, según los magos profesionales, al conocido fenómeno parapsicológico de la autosugestión. 
Al respecto expresa el ilusionista Argentino Juan José del Pozo, que utiliza el seudónimo de Tu-Sam:
“Una parte del público de Uri Geller, cuando él actúa, cae en el histerismo, condición esta en que el cuerpo humano ejecuta actos en forma inconsciente”.  Por lo tato, un histérico con una cuchara en la mano puede doblarla sin darse cuenta, ya que en ese estado anormal cualquier organismo realiza proezas que jamás lograría en estado normal.  Baste decir que una persona bajo los efectos de la hipnosis puede levantar pesos que exceden en 20 kilos sus posibilidades máximas.
“En cuanto a los relojes descompuestos, Geller sólo hace funcionar aquellos cuyo eje no está roto.  Muchos ingenuos exclaman: “¡Asombroso, funciona sin tener cuerda!”  Y yo me pregunto: “¿Quién se acuerda si le dio cuerda o no a su reloj cuando se descompuso, varios años atrás?”.
Como se ve, la controversia en torno a este tema es inagotable.  Mientras tanto, el joven parapsicólogo Israelí se atribuye orgullosamente –al margen de las ya mencionadas- las siguientes proezas:
El 25 de noviembre de 1973, desde París rompió vajillas en Londres; en Alemania detuvo un coche funicular en el aire; a Von Braun, padre de la moderna cohetería, le fundió un anillo sin tocarlo; inmovilizó a un  trasatlántico en plena travesía; alteró una red estructural metálica de la Marina de Guerra de Estados Unidos, que en un comunicado oficial aclaró: “El caso no tiene explicación científica”.
El extremo opuesto al de los que no vacilan en catalogarlo de  mistificador se ubican los exaltados que hasta llegan a atribuirle vinculaciones con seres extraterrestres.  Un informe científico asegura que en todas las cintas magnetofónicas de entrevistas realizadas a Uri se localizan interferencias de esotéricas voces que parecen proceder de otros planetas.  Versión ésta que se compatibiliza con las siguientes palabras del propio Geller:
“México y Egipto son los dos países donde siento que mis poderes aumentan considerablemente.  Esto no es una casualidad, ya que en esos dos lugares hay pirámides, que no son obra humana sino que fueron construidas por seres de otros mundos que tal vez me estén utilizando de puente para comunicarse con los terráqueos”.
¿Qué hay de cierto y de fantasía en este apasionante caso?  Imposible establecerlo aún con certeza por ser una historia de flagrante actualidad.  Quizá el tiempo nos permita dilucidar el enigma.  Pero por el momento esta enconada controversia nos resulta muy aleccionadora, pues nos alerta respecto de que los fenómenos parapsicológicos deben ser considerados con mesura y cautela.

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