El primer trabajo que Euristeo ordena a Hércules es traerle la piel 
    del león de Nemea. 
            Hércules 
    se pone en camino hacia Nemea, que está a unos veinte kilómetros de Tirinto, 
    y llegado a Cleonas se aloja en casa de un trabajador llamado Molorco, a 
    quien ve dispuesto a ofrecer un sacrificio a Zeus Salvador. 
    
             
    Hércules le disuade de hacer entonces el sacrificio, convenciéndole de 
    que espere treinta días, al término de los cuales si Hércules regresa 
    vencedor debía Molorco ofrecer en efecto el sacrificio a Zeus Salvador, y en 
    caso de que Hércules pereciese en el intento, ofrecérselo al propio
    Hércules en calidad de héroe. A continuación se encamina a los 
    parajes frecuentados por el león, a quien encuentra, y empieza por 
    dispararle sus flechas, no sabiendo que la fiera era invulnerable. Pero a 
    ver que las flechas le rebotaban en la piel, lo persigue con la maza 
    acorralándole en una cueva que tenía dos salidas; después de cegar una de 
    ellas penetra en la cueva, y pasándole el brazo por el cuello lo ahoga o 
    estrangula. Se dispone después a desollarlo, cosa que no consigue hasta que 
    se le ocurre hacer el primer desgarro con las propias uñas de la fiera.
    
             
    Hércules regresa a casa de Molorco, llevando la piel del león, 
    precisamente el último día del plazo convenido y cuando ya Molorco se 
    disponía a ofrecerle el sacrificio como héroe; juntos, entonces, ofrecen el 
    sacrificio a Zeus Salvador. A continuación Hércules lleva la piel del 
    león a Euristeo, quien es presa de tal pavor, que ordena que en lo sucesivo
    Hércules se quede en las afueras de la ciudad y espere allí las 
    órdenes referentes a los subsiguientes y sucesivos trabajos, que él le dará 
    por mediación del heraldo Copreo, mientras él, por su parte, Euristeo, se 
    encierra en una tinaja que manda poner en un sótano, para encontrarse así a 
    cubierto y resguardado de Hércules y de las fieras que él mismo le 
    manda traer, muertas unas, vivas otras. Euristeo es, así, el gran cobarde de 
    la mitología hercúlea, figura odiosa en todo caso, aunque esta odiosidad 
    pudiera mitigarse por ser el instrumento de Hera. 
               
    Por mediación, pues, de Corpeo ordena Euristeo a Hércules el segundo 
    trabajo, consistente en dar muerte a la Hidra en Lerna. 
             
    Hércules monta en un carro conducido por su fiel sobrino Iolao, y llega 
    a las inmediaciones de Lerna, y precisamente junto a la fuente Amimone, 
    donde se encontraba el escondrijo de la Hidra. La obliga a salir de su 
    escondite arrojándole flechas encendidas, y con la maza le corta las 
    cabezas, pero sin lograr ventaja alguna, pues brotaban dos por cada una que 
    cortaba. La Hidra se enrosca además en una de las piernas de Hércules, 
    y por otra parte surge un cangrejo gigantesco, enviado por Hera, que como 
    aliado de la Hidra ataca también a Hércules, quien llama por su parte 
    como aliado a Iolao después de dar muerte al cangrejo. Iolao enciende parte 
    del bosque inmediato, y con los tizones quema los cuellos de la Hidra 
    impidiendo así que proliferen las cabezas. Hércules entonces le corta 
    por fin la cabeza inmortal, la entierra colocando encima una pesada roca, 
    abre en canal el cuerpo de la Hidra y sumerge sus flechas en la bilis de 
    ésta, haciéndolas empaparse e impregnarse bien del veneno del monstruo. Esta 
    operación es de consecuencias fatales y decisivas, pues en lo sucesivo las 
    flechas de Hércules, gracias al veneno de la Hidra, producirán 
    heridas necesariamente mortales para los mortales y necesariamente 
    incurables para los inmortales, siendo causa del paso de dios a mortal del 
    Centauro Quirón, de la muerte de la mayoría de los Centauros, y en especial 
    de la del Centauro Neso, que traerá como consecuencia, algún tiempo después, 
    la muerte del propio Hércules por el veneno de una de sus propias 
    flechas; y andando el tiempo, la utilización de estas flechas en el sitio de 
    Troya, imprescindible para la conquista de la ciudad, y en particular la 
    muerte de Paris por una de ellas, disparada por Filoctetes. Así es, pues, 
    como dio cima a Hércules a este segundo trabajo; pero Euristeo, 
    alegando que no podía ser válido por no haberlo realizado Hércules 
    solo sino con la ayuda de Iolao, lo excluye de la cuenta de los diez por él 
    ordenados. 

      El 
    tercer trabajo que ordena Euristeo a Hércules es traer viva a Micenas 
    la cierva de Cerinía, comúnmente llamada la cierva de los cuernos de oro. 
    Pues bien, estaba esta cierva consagrada a Ártemis, y esa parece ser en el 
    mito la causa que se le ordenara traerla viva, y de que, por añadidura, no 
    quisiera tampoco Hércules herirla. La persigue, así, cuidadosamente, 
    durando un año entero la persecución, hasta que al fin la captura, no sin 
    embargo sin dispararle últimamente una flecha, en el momento en que la 
    cierva estaba pasando el río Ladón; y cargándosela sobre los hombros la 
    transporta a través de Arcadia en dirección a Micenas. Durante este viaje de 
    retorno con la cierva a cuestas, se encuentra Hércules con Apolo y 
    Ártemis; ésta le echa en cara su intento de dar muerte a un animal que le 
    estaba consagrado, e intenta, a su vez, arrebatárselo a Hércules; 
    pero éste se disculpa alegando la necesidad en que se encuentra de obedecer 
    a Euristeo, con lo que la diosa se aplaca y le permite que se la lleve, como 
    en efecto lo hace, logrando hacerla llegar viva a Micenas. 
    
| 
        Otra vista espectacular del templo de Hércules en Agrigento, Sicilia, 
        Italia | 
                 
    Como cuarto trabajo ordena Euristeo a Hércules traer, también vivo, 
    al jabalí del Erimanto, animal que devastaba la Psofide. Este trabajo es 
    poco significativo o importante en sí mismo, pero célebre en cambio por un 
    episodio accesorio, que es el siguiente. En su camino hacia el Erimanto 
    (montaña de Arcadia) Hércules se hospeda en Fóloe, en casa del 
    centauro Folo, hijo de Isleño y de una ninfa Melia. Folo ofrece a 
    Hércules carne asada, mientras él mismo la toma cruda. Hércules 
    pide vino, a pesar de su amabilidad (sólo él y Quirón son buenos entre los 
    Centauros), le dice que le parece peligroso abrir el tonel que es propiedad 
    común de los Centauros; pero Hércules insiste, Folo lo abre, y al 
    olor del vino acuden los Centauros armados de rocas y abetos. Hércules 
    rechaza a los dos primeros, Anquio y Agrio, con tizones encendidos, y a los 
    demás los persigue a flechazo hasta el promontorio Malea, en el extremo Sur 
    del Peloponeso. Los Centauros se amparaban detrás de Quirón, y una flecha 
    lanzada contra uno de ellos, Élato, le atraviesa el brazo y va a clavarse en 
    la rodilla de Quirón, causando enorme disgusto a Hércules, que corre 
    a sacársela y le aplica un remedio que le proporciona el propio Quirón. Pero 
    la herida era incurable por ser Quirón inmortal, y éste, agobiado por los 
    terribles dolores que le producían, pide a Zeus que le haga morir para que 
    cesen sus sufrimientos. Parecía esto imposible, pero se consigue gracias a 
    la intervención de Prometeo, que se ofrece en lugar de Quirón. 
    
               
    De los restantes Centauros, la mayoría de los que lograron escapar fueron 
    acogidos por Posidón en un monte próximo a Eleusis; uno de los 
    supervivientes, llamado Euritón, se refugia en Fóloe, y luego veremos como 
    muere al fin también en manos de Hércules. Pero el más famoso de esos 
    supervivientes es Neso, que llega al río Eveno, en Etolia, y allí 
    permanecerá hasta que al fin lo aniquile igualmente Hércules, ya 
    hacia el fin de la vida de éste. En cuanto a Folo, arranca de uno de los 
    muertos una flecha y se pone a examinarla, maravillándose de que siendo tan 
    pequeña pueda dar muerte a seres tan gigantescos como son ellos, los 
    Centauros; pero mientras la está observando se le resbala de la mano, le cae 
    en un pie y lo mata en el acto. 
             
    Hércules en su regreso a Fóloe da honrosa sepultura al buen 
    Centauro Folo, tras de lo cual parte por fin en busca del jabalí, lo 
    persigue y acosa hasta hacerlo meterse en un paraje donde la nieve es muy 
    profunda, estando ya el animal fatigado, lo captura a lazo, y lo lleva vivo 
    a Micenas. Los dientes de este jabalí pretendían poseerlos, en época 
    histórica, guardados en un templo de Apolo, los habitantes de Cumas. 
    
 Como quinto trabajo recibe Hércules la orden de limpiar los establos 
    del rey Augías sacando en un solo día todo el estiércol. Era Augías rey de 
    la Élide, hijo ya sea del sol, ya de Posidón, ya de Forbante, y poseía 
    enormes rebaños. A él se presenta Hércules, pero en lugar de 
    manifestarle que viene por orden de Euristeo, se lo oculta, y pacta con él 
    la limpieza de los establos en un solo día al precio de la décima parte del 
    ganado. Augías accede a este pacto porque no cree a Hércules capaz de 
    cumplirla así, pero como testigo del pacto actúa el propio hijo de Augías, 
    Fileo. Hércules abre un canal en los cimientos del establo, y, 
    desviando el curso de los ríos Alfeo y Peneo, logra hacerlos pasar por los 
    establos y que su impetuosa corriente arrastre el estiércol, quedando así 
    limpios en un solo día los establos. Pero Augías, que se ha enterado de lo 
    que ha hecho por orden de Euristeo, se niega a entregarle el salario 
    convenido, mostrándose dispuesto a acudir a juicio. En el juicio Fileo 
    testimonia contra su padre y a favor de Hércules, por lo que Augías, 
    encolerizado, los expulsa de su reino a los dos. Fileo va a establecerse a 
    la isla de Duliquio. Hércules marcha por el momento a casa de 
    Dexámeno, libera a la hija de éste, Mnesímaca, de la necesidad de casarse a 
    viva fuerza con el Centauro Euritión, que a ello quería obligarla, dando 
    muerte al Centauro.
 
    Como quinto trabajo recibe Hércules la orden de limpiar los establos 
    del rey Augías sacando en un solo día todo el estiércol. Era Augías rey de 
    la Élide, hijo ya sea del sol, ya de Posidón, ya de Forbante, y poseía 
    enormes rebaños. A él se presenta Hércules, pero en lugar de 
    manifestarle que viene por orden de Euristeo, se lo oculta, y pacta con él 
    la limpieza de los establos en un solo día al precio de la décima parte del 
    ganado. Augías accede a este pacto porque no cree a Hércules capaz de 
    cumplirla así, pero como testigo del pacto actúa el propio hijo de Augías, 
    Fileo. Hércules abre un canal en los cimientos del establo, y, 
    desviando el curso de los ríos Alfeo y Peneo, logra hacerlos pasar por los 
    establos y que su impetuosa corriente arrastre el estiércol, quedando así 
    limpios en un solo día los establos. Pero Augías, que se ha enterado de lo 
    que ha hecho por orden de Euristeo, se niega a entregarle el salario 
    convenido, mostrándose dispuesto a acudir a juicio. En el juicio Fileo 
    testimonia contra su padre y a favor de Hércules, por lo que Augías, 
    encolerizado, los expulsa de su reino a los dos. Fileo va a establecerse a 
    la isla de Duliquio. Hércules marcha por el momento a casa de 
    Dexámeno, libera a la hija de éste, Mnesímaca, de la necesidad de casarse a 
    viva fuerza con el Centauro Euritión, que a ello quería obligarla, dando 
    muerte al Centauro. | 
        Templo de Hércules en Agrigento, Sicilia, Italia | 
             En 
    cuanto a la limpieza de los establos de Augías, este trabajo fue doblemente 
    inútil para Hércules, pues si por una parte, como hemos visto, Augías 
    se negó a pagarle el precio convenido, alegando que tenía que hacerlo de 
    todos modos por estar al servicio de Euristeo, a su vez este se negó a darle 
    validez, alegando que lo había hecho mediante contrato con Augías, por lo 
    que, lo mismo que el segundo trabajo, quedó excluido de la cuenta; y son, 
    así, los trabajos segundo y quinto los que, al no ser aceptados como válidos 
    por Euristeo, dan lugar a que este exiga otros dos más en su lugar y a que 
    resulten doce en total. 
             El 
    sexto trabajo ordenado por Euristeo fue ahuyentar a las aves del Estinfalo, 
    lago de Arcadia rodeado de espesa selva, en las que se refugiaban, huyendo 
    de los lobos, innumerables aves. No sabiendo Hércules como hacerlas 
    salir de la espesura, le da Atenea unas castañuelas de bronce que a su vez 
    había ella recibido de Hefesto. Las hace sonar, y las aves, espantadas, 
    emprenden el vuelo; Hércules entonces las abate a flechazos. 
    
              
    El séptimo trabajo consistió en traer vivo de Creta un toro que, según 
    Acusilao, sería el que había transportado a la princesa Europa para llevarla 
    a presencia de Zeus, se trataba del toro que hizo brotar del mar Posidón 
    cuando Minos prometió sacrificar lo que del mar saliese; pues habiendo, en 
    efecto, salido prodigiosamente un magnífico toro, Minos, admirado de su 
    belleza, no quiso sacrificarlo, enviándolo a engrosar sus rebaños y 
    sacrificando otro en su lugar; Posidón, irritado, hizo salvaje al toro, 
    pero, sobre todo, se tomó contra Minos la refinada venganza de hacer que su 
    esposa Pasifae, hija del sol, se enamorase del toro, y de manera tan 
    perdida, que consiguió, gracias a la ayuda de Dédalo, llegar a la 
    consumación de este amor bestial, concibiendo del toro el monstruo llamado 
    Minotauro. Pues bien, de este toro monstruosamente amado por Pasifae es del 
    que explícitamente dicen Diodoro e Higinio que fue el que Euristeo mando a
    Hércules traer. Hércules se presenta a Minos y le expone su 
    misión; Minos le autoriza capturarlo si puede. Así lo hace Hércules, 
    se lo lleva a Euristeo (cruzando el mar Egeo a lomos del toro según Diodoro), 
    y, después de mostrárselo, lo deja suelto. El toro recorre el Peloponeso, 
    atraviesa el Istmo y acaba por establecerse en el Ática, en Maratón, donde 
    causa estragos y algún tiempo después lo matará Teseo en lo que será una de 
    las más famosas hazañas de éste. 
                 
    El octavo trabajo consistió en traer a Micenas las yeguas antropófagas de 
    Diomedes, rey de Tracia e hijo de Ares, poseedor de unas yeguas a las que 
    había enseñado a alimentarse de la carne de sus huéspedes. 
    
 Hércules parte acompañado de algunos voluntarios, y durante su viaje de 
    ida hace alto en Feras de Tesalia, en el palacio del rey Admeto, a cuya 
    esposa Alcestis libera de los brazos de la Muerte.
Hércules parte acompañado de algunos voluntarios, y durante su viaje de 
    ida hace alto en Feras de Tesalia, en el palacio del rey Admeto, a cuya 
    esposa Alcestis libera de los brazos de la Muerte. 
                 
    Continúa este su viaje y al llegar a Tracia, al país de los Bístones, que 
    eran los súbditos de Diomedes, fuerza la entrada a los establos y se lleva 
    las yeguas en dirección al mar. Acuden los Bístones, con Diomedes a la 
    cabeza, y entonces Hércules deja las yeguas al cuidado de su favorito 
    Abdero, y él lucha con los Bístones, mata a muchos de ellos incluyendo al 
    rey Diomedes, y pone en fuga a los restantes. Entretanto las yeguas habían 
    devorado a Abdero; Hércules funda allí mismo la ciudad de Abdera, 
    junto al sepulcro en el que entierra a su amigo, y lleva las yeguas a 
    Euristeo. Éste las suelta, y las yeguas se encaminan al Olimpo, donde mueren 
    a su vez devoradas por las fieras. 
                  
    Como noveno trabajo ordena Euristeo a Hércules que traiga el cinturón 
    de Hipólita, reina de las Amazonas. 
| 
        Templo de Hércules en Agrigento, Sicilia, Italia fotografiado desde el 
        la estatua de Zeus no observable en la foto. | 
           
    
     Hércules se embarca, en compañía de aliados y voluntarios, y tras 
    algunas escaramuzas en Paros (donde da muerte a cuatro hijos de Minos 
    llamados Eurimedonte, Crises, Nefalión y Filolao y toma a su servicio, en 
    compesación de dos de sus compañeros que habían sido asesinados por lo 
    parios, a dos nietos de Minos, hijos de andrógeo, llamados Alceo y Esténelo) 
    y en Misia (donde, en auxilio del rey Lico, combate a los Bébrices y da 
    muerte al rey Migdon, hermano de Ámico, arrebatando a los Bébrices gran 
    parte de su territorio, que regala a Lico, quien le da el nombre de 
    Heraclea), arriba al país de las Amazonas, fondeando en Temiscira. 
    
               
    Allí acude a visitarle a bordo la reina Hipólita, quien, después de 
    enterarse por el propio Hércules del propósito que le ha traído, le 
    promete darle el cinturón. Mas entretanto Hera, tomando la apariencia de una 
    Amazona, se presenta ante la multitud de éstas y les da falsa noticia de que 
    su reina ha sido hecha prisionera por los extranjeros; las Amazonas entonces 
    se lanzan a caballo contra el navío. Hércules, creyendo que se trata 
    de una emboscada previamente dispuesta, da muerte a Hipólita, le quita el 
    cinturón, y luchando con las restantes Amazonas leva las anclas y se hace a 
    la mar, arribando, no mucho después, a las costas de Troya. 
    
                    
    Al llegar Hércules, Troya se encontraba afligida por una calamidad 
    sumamente parecida, aunque no en su origen, a la que en Etiopía había 
    remediado Perseo al liberar a Andrómeda, pues también en Troya estaba la 
    hija del rey, llamada Hesíone, encadenada a una roca para ser devorada por 
    un monstruo marino; pero el origen de tal desgracia había sido la perfidia 
    del rey Laomedonte contra los dioses Posidón y Apolo. Habían venido estos a 
    Troya para ponerse al servicio de Laomedonte, ya fuera en figura humana y 
    para probar a Laomedonte, ya sin disimular su condición de dioses y como 
    castigo impuesto por Zeus por haberse rebelado contra él. 
                 
    Pues bien, en el momento de arribar Hércules, Hesíone está, en 
    efecto, encadenada esperando la llegada del monstruo que ha de devorarla. A 
    partir de aquí ya no hay nada de común con perseo-Andrómeda salvo el nudo 
    hecho de que Hércules salva a Hesíone matando al cetáceo y mediante 
    un pacto con el padre de la joven, del mismo modo que Perseo había salvado a 
    Andrómeda matando al cetáceo y mediante un pacto con los padres de 
    Andrómeda; pero todo lo demás es ya netamente diferente: el modo de matar al 
    cetáceo, el contenido del pacto, su incumplimiento por Laomedonte, las 
    consecuencias de este incumplimiento y, rasgo muy destacado, la absoluta 
    ausencia de interés amoroso de Hércules por Hesíone a diferencia de 
    la ardorosa, fiel y duradera pasión conyugal de Perseo por Andrómeda. 
    Hércules, pues, se ofrece a salvar a Hesíone, pactando con Laomedonte 
    que recibirá en recompensa los caballos divinos que en otro tiempo entregara 
    Zeus a Tros, abuelo de Laomedonte, como reparación por el pacto de su hijo 
    Ganímedes. Hércules, en efecto, espera la llegada del monstruo y le 
    da muerte, tras de lo cual libera a Hesíone y se la entrega a su padre, 
    pero, hay otra versión en la que la liberación es anterior a la matanza del 
    monstruo, y después de la matanza Hércules da a escoger a Hesíone 
    entre quedarse con su padre o irse con Hércules, escogiendo la joven 
    esto último, por temor a volver a ser entregada a cualquier nuevo monstruo; 
    tras de lo cual Hércules se la deja en depósito a Laomedonte, 
    juntamente con los caballos, hasta que él regrese con los Argonautas; y es 
    cuando regresa cuando Laomedonte se niega a entregarle los caballos. 
    Hércules por el momento se limita a amenazarlo con la guerra, y se hace 
    a la mar. Y tras algunas escaramuzas en Eno, en Tasos y en Torone, llega a 
    Micenas y entrega a Euristeo el cinturón de Hipólita. 
               
    El décimo trabajo consistió en traer vivas a Micenas, desde los confines del 
    Océano, las vacas del monstruoso Gerión, ser de tres cuerpos que habitaba en 
    Eritía, isla situada junto a lo que después fue Cádiz, junto al océano. 
    Tenía el monstruo los tres cuerpos fundidos en uno desde la cintura para 
    arriba, y bien separados desde las caderas hacia abajo. Sus innumerables 
    vacadas eran pastoreadas por Euritión y guardadas por el también monstruoso 
    perro bicéfalo Orto, hijo de Equidna y Tifoeo. 
                
    Éste es uno de los más largos viajes de Hércules. Hay dos versiones 
    sobre este viaje, en una, lo empieza por Europa, pero pasa después a África, 
    y arribando más tarde Tarteso, en la costa meridional de España, coloca 
    allí, en los confines de Europa y África, como recuerdo de su paso, unas 
    columnas que en lo sucesivo se llamarán las columnas de Hércules. En 
    cambio, en la otra se implica, aunque no necesariamente, que haría todo el 
    viaje por tierra, sin salir de Europa, y durante este viaje este viaje 
    terrestre tiene lugar la aventura de la que resultará el nombre del Pirineo 
    o cordillera pirenaica. En la primera versión, también se cuenta la 
    formación o abertura del estrecho de Gibraltar, estableciendo comunicación 
    entre el Océano y el Mediterráneo. En esta misma versión, se dice que 
    Hércules, entonces, continúa su viaje, recibiendo del sol un calor 
    excesivo, así que apunta con su arco contra el Sol; admirado éste de tanta 
    audacia, le proporciona una vasija de oro que le sirva de embarcación para 
    llegar a la isla de Eritía atravesando el océano. Así lo hace Hércules, 
    llega a su destino, golpea al perro de Orto con la maza, mata al vaquero 
    Euritión, se lleva las vacas, mata también a Gerión, que acude, avisado por 
    otro pastor a rescatarlas, mete las vacas en la vasija de oro, emprende la 
    travesía de regreso y, habiendo llegado a Tarteso, devuelve la vasija al Sol 
    , continuando su viaje, con el rebaño, a pie, por España e Italia en 
    dirección a Grecia. 

               
    Al pasar por Liguria, dos hijos de Posidón llamados Yalebión y Dercino, 
    intentan robarle el ganado y mueren a manos de Hércules. Continúa 
    éste su viaje por Toscana y se da el episodio de Caco, que es de la otra 
    versión. Caco, ser monstruoso, hijo de Vulcano y que respiraba llamas de 
    humo, le roba a Hércules algunas de las vacas y se las lleva, 
    tirándoles de los rabos y haciéndolas así andar hacia atrás, a la cueva 
    donde solía vivir. Hércules descubre el hurto y el lugar donde había 
    escondido Cacolas vacas robadas, y entonces acomete a éste, descuajando los 
    peñascos que formaban el techo de la cueva, y la da muerte, recuperando 
    luego las vacas. 
             
    Continúa Hércules su viaje de regreso a Grecia y llega a Regio, en el 
    extremo meridional de Italia, donde uno de los toros emprende veloz carrera, 
    penetra en el mar y llega hasta Sicilia, hasta el campo de Érix, un hijo de 
    Posidón que reinaba sobre los Élimos, el cual mezcla al toro entre sus 
    propios rebaños. 
 Hércules 
    encomienda a Hefesto la guarda de las vacas, y él pasa a Sicilia en busca 
    del toro desmandado, lo encuentra entre los rebaños de Érix y se lo reclama 
    a éste. Érix le desafía a luchar con él, y, tras ser derrotado Hércules 
    tres veces, acaba por dar muerte a Érix. Hércules, después de haber 
    recuperado al toro desmandado, se lo lleva, lo une de nuevo al resto del 
    rebaño de Gerión y se dirige con este rebaño al mar Jónico, que atraviesan 
    arribando a Grecia.  En Gracia se dispersan las vacas por cuasa de un 
    tábano que envía Hera contra el rebaño; Hércules las persigue por las 
    montañas de Tracia; algunas se le escapan definitivamente y se hacen 
    salvajes; las restantes las recupera, las lleva al Helesponto y, por fin, 
    pasando de nuevo por Tracia, logra hacerlas llegar a Micenas y entregárselas 
    a Euristeo, quien las sacrifica en honor de Hera.
  Hércules 
    encomienda a Hefesto la guarda de las vacas, y él pasa a Sicilia en busca 
    del toro desmandado, lo encuentra entre los rebaños de Érix y se lo reclama 
    a éste. Érix le desafía a luchar con él, y, tras ser derrotado Hércules 
    tres veces, acaba por dar muerte a Érix. Hércules, después de haber 
    recuperado al toro desmandado, se lo lleva, lo une de nuevo al resto del 
    rebaño de Gerión y se dirige con este rebaño al mar Jónico, que atraviesan 
    arribando a Grecia.  En Gracia se dispersan las vacas por cuasa de un 
    tábano que envía Hera contra el rebaño; Hércules las persigue por las 
    montañas de Tracia; algunas se le escapan definitivamente y se hacen 
    salvajes; las restantes las recupera, las lleva al Helesponto y, por fin, 
    pasando de nuevo por Tracia, logra hacerlas llegar a Micenas y entregárselas 
    a Euristeo, quien las sacrifica en honor de Hera. 
           Como undécimo 
    trabajo le manda que traiga las manzanas de oro de las Hespérides. 
    Hércules emprende el viaje y llega al río Equedoro, donde combate con 
    Cicno, hijo de Ares y de Pirene; Ares toma parte en la lucha a favor de su 
    hijo, pero un rayo de Zeus separa a los contendientes. Prosigue su viaje y 
    llega al río Erídano y allí unas Ninfas, hijas de Zeus y de Temis, le 
    revelan dónde se encuentra Nereo dormido. Hércules lo agarra y 
    encadena, sin soltarlo a pesar de que Nereo toma toda clase de formas, hasta 
    que Nereo le indica el sitio donde están las Hespérides y sus manzanas de 
    oro. 
        
    Recorre entonces África, donde lucha con Anteo. Hércules logra 
    vencerlo y darle muerte levantándolo en vilo y cortándole así el suministro 
    de energía que recibía de la tierra. A continuación pasa Hércules a 
    Egipto , donde lleva a cabo un nuevo parergon, al enfrentarse con otro 
    temible enemigo, también hijo de Posidón , Busiris, que era rey de Egipto y 
    acostumbraba a sacrificar a los extranjeros en el altar de zeus, en virtud 
    del oráculo o profecía que le había formulado un adivino de Chipre llamado 
    Frasio, según el cual cesaría la esterilidad que afligía los campos de 
    Egipto si se sacrificaba a un extranjero cada año. Busiris siguió estas 
    instrucciones, empezando por matar al propio Frasio, y continuando con unos 
    cuantos extranjeros que llegaban al país. Hércules da muerte a 
    Busiris. 
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        Perfil del templo de Hércules en Agrigento, Sicilia, Italia | 
             
    Prosigue Hércules su viaje, ahora por Asia, llegando a Termidras, 
    puerto de los Lindios, y después a Arabia, donde da muerte a Ematión, hijo 
    de Titono y de la Aurora. Vueve a África, recibe de nuevo la vasija del sol 
    y sale al Océano. Pasa después al continente inmediato, llegando al Cáucaso, 
    donde realiza la liberación de Prometeo.   Éste, agradecido a 
    Hércules, le hace una revelación, consistente en unas instrucciones, que 
    le serán de suma utilidad para dar cima a este undécimo trabajo que hasta 
    ese momento no había conseguido Hércules ni empezar siquiera, a pesar 
    de tan interminables viajes: le dice cuál es el camino que deberá seguir 
    para llegar por fin a su objetivo, precaviéndole además que no debe ir él 
    mismo hasta el jardín de las Hespérides, sino solamente a presencia de 
    Atlas, a quien deberá convencer de que, dejando mientras tanto descansar la 
    bóveda del cielo en los hombros de Hércules, vaya él a buscar las 
    manzanas. Y aún le da un consejo más Prometeo sobre la manera de engañar a 
    Atlas para que vuelva a cargarse sobre los hombros la bóveda celeste, 
    previendo sin duda Prometeo que Atlas, al verse libre de la carga, no iba a 
    querer volver a sostenerla y trataría de dejar a Hércules con ella 
    encima. 
             
    Hércules cumple puntualmente las instrucciones de Prometeo y llega a 
    presencia de Atlas; y sosteniendo, pues, el cielo sobre los hombros es como 
    se encontraba éste cuando Hércules se le presenta y le convence de 
    que vaya a buscar las manzanas, sustituyéndole Hércules como sostén 
    de la bóveda celeste. Atlas coge en el jardín de las Hespérides las manzanas 
    de oro y regresa con ellas a presencia de Hércules; pero, sintiéndose 
    sin duda muy contento al verse aliviado del peso de la bóveda celeste, se 
    niega a cargársela de nuevo, diciéndole a Hércules que él mismo 
    llevará las manzanas a Euristeo. Y ahora es cuando Hércules hace uso 
    del engaño que la había sugerido y recomendado Prometeo: le dice a Atlas que 
    le sostenga un momento el cielo mientras él, Hércules, se pone una 
    almohadilla en la cabeza. Atlas cae en la trampa: deja en el suelo las 
    manzanas y se carga a hombros el cielo, momento en el cual Hércules 
    coge las manzanas y se aleja a buen paso despidiéndose de Atlas. 
    
               
    Hay, sin embargo, otra variante que dice que es el propio Hércules 
    quien va al jardín de las Hespérides a coger personalmente las manzanas 
    matando al dragón encargado de su protección.  Pero en las dos 
    versiones, Hércules lleva las manzanas a Euristeo, quien se las 
    regala al propio Hércules; este a su vez se las da a Atenea, quien 
    por último las devuelve a su lugar de origen, por no estar permitido que 
    estuvieran en ningún otro sitio. Y por fin el duodécimo y último trabajo que 
    ordena Euristeo consiste en traer del Infierno a Cerbero, el perro de tres 
    cabezas y una cola de dragón y múltiples cabezas de serpiente en el lomo. 
    Hércules empieza por encaminarse a Eleusis, donde es purificado de la 
    matanza de los Centauros por Eumolpo, y admitido después a los misterios. 
    Marcha luego al extremo meridional del Peloponeso y por una abertura del 
    Tenaro desciende al Infierno. 
              
    Al verle huyen las almas de los muertos a excepción de las de Meleagro y 
    Medusa. A ésta le acomete Hércules con la espada, como si estuviera 
    viva, hasta que Hermes le hace saber que es una mera imagen o sombra. Por su 
    parte Meleagro celebra con él una conversación en la que le exhorta a 
    casarse, a su regreso al mundo de los vivos, con su hermana Deyanira, cosa 
    que en efecto hará Hércules y traerá como consecuencia, aunque no 
    inmediata, su propia muerte. Hércules encuentra, cerca de las puertas 
    del Infierno, a Teseo y Pirítoo, allí encadenados por haber descendido con 
    el propósito de raptar a Perséfone para Pirítoo; Hércules libera a Teseo, 
    pero al intentar hacer lo mismo con Pirítoo se produce un temblor de tierra 
    y Hércules renuncia a su propósito, por lo que Pirítoo permanece para 
    siempre en el Hades, mientras que Teseo volverá al mundo de arriba con 
    Hércules. Queriendo este proporcionar sangre a las almas del infierno, 
    mata una de las vacas de Hades; el pastor que las guardaba, llamado Menetes, 
    desafía a luchar a Hércules, quien le rompe las costillas, pero le 
    perdona la vida a petición de Perséfone. 
                
    Por fin Hércules pide directamente a Plutón el perro que ha venido a 
    buscar; Plutón le autoriza a llevárselo si es capaz de apoderarse de él sin 
    hacer uso de sus armas; así lo hace Hércules, resguardado únicamente 
    por su coraza y por la piel del león, y agarrando a Cerebro no lo suelta, a 
    pesar de ser mordido por la serpiente que éste tenía en la cola, hasta que 
    Cerebro se muestra domado o dispuesto a seguirle. Tras de lo cual emprende, 
    con él y con Teseo, la ascensión, saliendo a flor de tierra por Trecén, 
    llevando a Cerbero a presencia de Euristeo, y volviendo en seguida a 
    llevarlo al infierno, donde lo deja definitivamente. 
 
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