jueves, 4 de octubre de 2012

La misteriosa desaparición de Michael Rockefeller



Creo que puedo hacerlo

Estas fueron las últimas palabras que Michael Rockefeller le dirigió a su compañero, René Wassing, antes de abandonar la piragua volcada, a la que ambos se aferraban, y tratar de alcanzar a nado la costa, que se encontraba a más de 5 kilómetros de distancia. A Wassing le pareció una locura y trató de convencerlo para que esperase a que fuesen rescatados, pero Rockefeller era buen nadador y confió en poder llegar a tierra. Sin embargo, la suerte no iba a acompañarle.


Michael Rockefeller, hijo del entonces gobernador de Nueva York (y futuro vicepresidente de Estados Unidos) Nelson Rockefeller, desapareció sin dejar rastro el 17 de noviembre de 1961, en una expedición en el Asmat, región del suroeste de Nueva Guinea.

Michael no quería vivir la cómoda vida que le estaba destinada al pertenecer a la acaudalada familia Rockefeller. Graduado por Harvard en 1960, decidió participar en una expedición, que organizaba su Universidad y el Museo Peabody de Arqueología y Etnología, para fotografiar y estudiar las costumbres de los Dani, una tribu de Nueva Guinea occidental. Tras regresar a casa, decidió organizar una nueva expedición para fotografiar a los Asmat, otra tribu de Nueva Guinea, y recoger y estudiar su arte
Tengo el deseo de hacer algo aventurero -explicó-.



Fotografía de Rockefeller, realizada el 2 de agosto de 1961


Otra de las fotografías de Rockefeller

El 17 de noviembre de 1961, Rockefeller y el antropólogo holandés René Wassing se encontraban a unos 5 kilómetros de la costa cuando su piragua, accidentalmente, se inundó y volcó. Los dos guías locales que les acompañaban se lanzaron al agua en busca de ayuda pero el tiempo fue pasando y Rockefeller comenzó a impacientarse. Después de permanecer toda la noche agarrados a la piragua, Rockefeller, convencido de que los guías habían muerto, le comunicó a Wassing que iba a intentar llegar nadando hasta la orilla.

Como ya dijimos, su compañero de expedición no consiguió convencerlo para que esperase un poco más. Wassing, que no era buen nadador, no quiso correr el riesgo de ahogarse y, sin duda, al decidir quedarse agarrado a la piragua escogió la mejor opción porque fue rescatado sólo 8 horas después de que Rockefeller se fuera. Los guías lograron llegar a la orilla pero se retrasaron en volver porque les llevó todo un día llegar al pueblo más cercano a través de la selva. Rockefeller nunca fue vista de nuevo, a pesar de un intenso y prolongado esfuerzo de búsqueda.

En aquel momento, la desaparición de Rockefeller se convirtió en una de las principales noticias del mundo. La juventud de Michael (sólo tenía 23 años) y la familia a la que pertenecía hicieron que la prensa se interesara enormemente por este suceso. Pero las investigaciones que se llevaron a cabo sólo permitieron especular sobre el tema porque el cuerpo nunca fue encontrado.


La opinión más extendida sostiene que Rockefeller se ahogó o fue atacado por tiburones. Sin embargo, hubo quienes llegaron a afirmar que pudo ser capturado y asesinado por tribus que, en aquella época, todavía practicaban el canibalismo o eran cazadores de cabezas. En los años inmediatamente posteriores a su desaparición, también surgió en los periódicos el rumor de la existencia de un hombre blanco que vivía entre la población local.

En 1969, el periodista Milt Machlin viajó a Nueva Guinea para investigar la desaparición de Rockefeller. En su libro, La búsqueda de Michael Rockefeller (1972), afirmaba:
Creo que fue asesinado casi inmediatamente después de llegar a la costa

En Nueva Guinea, Machlin fue abordado por un traficante australiano, llamado Donahue, que le hizo una sorprendente pregunta:
¿Qué me dirías si te dijera que vi a Michael Rockefeller vivo, no hace diez semanas?

Donahue dijo haberlo visto en una aldea remota, en la isla de Kanapua. Allí, en una pequeña choza, un hombre blanco con una larga barba roja y las dos piernas rotas lo miró con desesperación a través de los cristales resquebrajados de sus gafas y le dijo:
Mi nombre es Michael Rockefeller… Por favor... ¡ayúdame!

Machlin, sin embargo, consideró poco probable que esta historia fuese cierta y rechazó la idea de que Rockefeller pudiera seguir vivo en alguna tribu y sostuvo que existían pruebas circunstanciales para apoyar la idea de que fue asesinado. Varios dirigentes de los Otsjanep, donde Rockefeller probablemente habría llegado si hubiera alcanzado la orilla, fueron asesinados por holandeses en 1958 y, por tanto, tendrían motivos de venganza contra alguien de la "tribu blanca".

En su libro, Rocky va hacia el oeste, Paul Toohey afirmaba que, en 1979, la madre de Rockefeller contrató a un investigador privado para ir a Nueva Guinea y tratar de resolver el misterio de la desaparición de su hijo. La fiabilidad de la historia ha sido cuestionada, pero Toohey llegó a sostener que el investigador privado consiguió cráneos pertenecientes a tres hombres blancos. El investigador regresó a Nueva York y entregó estos cráneos a la familia, convencido de que uno de ellos pertenecía a Rockefeller. La familia nunca ha confirmado esta historia, de manera que no deja de ser una especulación más sobre la muerte de Rockefeller.

En 1964, Michael Rockefeller fue declarado oficialmente muerto.

Rockefeller dejó un importante legado cultural. Muchos de los objetos del arte de los Asmat forman parte de la colección de Michael C. Rockefeller, que se encuentra en el Museo Metropolitano de Nueva York.



Por otro lado, el Museo Peabody ha exhibido 3.500 fotografías tomadas por Rockefeller en su expedición a Nueva Guinea, en las que no sólo se captura la esencia del pueblo Dani sino también la sensibilidad artística de este joven lleno de curiosidad y de ganas de vivir.

Fuente

 

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