“Cómo respuesta a la censura a mi procedimiento, regalo, por
intermedio de Crítica, una lluvia a Buenos Aires para el 3 de enero de
1939”. Juan Baigorri Velar.
"El hombre que hacia llover"
Hijo de un militar que cultivaba una profunda amistad con el Gral.
Julio Argentino Roca, cursó sus estudios en el Colegio Nacional Buenos
Aires y luego se recibió de ingeniero.
Como decidió realizar una especialización en petróleo, viajó a Italia
para cursar Geofísica en la Universidad de Milán."El hombre que hacia llover"
Durante su estadía en Italia diseño y construyó un aparato que medía el potencial eléctrico y las condiciones electromagnéticas de la tierra. Esto sería el principio de lo que hoy es casi una leyenda. Se trataba de una caja cúbica del tamaño de un aparato de TV actual (de los medianos) y con dos antenas que sobresalían misteriosamente. Pero aún no lo usaba para los fines que lo harían famoso.
En 1929 Baigorri Velar acepta un cargo que le fuera ofrecido por el director de YPF, el Gral. Enrique Mosconi. Por este motivo se instala definitivamente en Buenos Aires junto a su mujer e hijo.
Al principio van a vivir al barrio de Caballito pero el ingeniero advierte que la zona es demasiado húmeda para su gusto y el de sus delicados instrumentos. Un día recorre un amplio sector de la ciudad llevando con él uno de sus aparatos, y al pasar por la zona de Villa Luro, descubre que ese lugar es el más alto de la ciudad de acuerdo a la medición de su instrumento, y allí se muda luego de encontrar una casa adecuada en Ramón Falcón y Araujo.
Es en 1938 cuando el ingeniero Baigorri descubre que uno de sus aparatos, cargado con reactivos químicos y conectado a una batería, provoca lluvias en cualquier lugar donde se encuentre. A partir de ese momento comienza a realizar pruebas en los lugares más difíciles.
En la estancia "Los milagros", de Juan Balbi, provincia de Santiago del
Estero, hacía 16 meses que no había precipitaciones. Baigorri conecta
sus instrumentos y logra hacer llover.
También en Santiago del Estero es solicitado por el mismo gobernador de la provincia, el Dr. Pío Montenegro. Acude a una estancia del funcionario en donde no llovía desde hacía ya tres años. Tres días de trabajo y llueven 60 mm. en dos horas.
Nuevamente Santiago del Estero, para Navidad; llueve como nunca.
En Carhué hacía tres años que no llovía. Va Baigorri con sus aparatos y llueve tanto que desborda la laguna.
El ministro de Asuntos Técnicos de la provincia de San Juan lo llama en 1951 para probar suerte en una zona en la cual no caía agua desde hacía 8 años. Prueba y llueven 30 mm.
A pesar de todo esto hay una buena parte de la opinión pública que desconfía del método. Lo llaman "el mago de Villa Luro" y les cuesta creer que todo aquello sea posible.
El director del Servicio de Meteorología Nacional no perdía ocasión para hablar con tono entre burlón y despectivo de Baigorri Velar. Un día el diario "Crítica" anuncia, a modo de desafío, que el ingeniero hará llover entre el 2 y el 3 de enero de 1939. Baigorri acepta el reto y no sólo eso: con un rasgo de humor poco habitual en él, ya que se trataba de un hombre que tomaba todo muy seriamente, le envía un paraguas de regalo al hombre que se burlaba de sus métodos, el Director de Meteorología. Una tarjeta adunta decís: "Para que lo use el 2 de enero"
En efecto, llueve entre el 2 y el 3 de enero. Lo entrevistaron de varios diarios y revistas extranjeras. En la década del 40' un ingeniero norteamericano vino a verlo ofreciéndole mucho dinero por el invento y Baigorri contestó que:
-Soy argentino ... Y mi invento es para beneficiar a la Argentina.
Los ofrecimientos se sucedieron, pero la respuesta fue siempre la misma.
A pesar de todo esto, el manoseo popular de la idea y las feroces embestidas de funcionarios que no estaban de acuerdo, hicieron que Baigorri Velar decidiera retirarse, aunque continuó con esporádicas experiencias en los lugares en donde se lo solicitaba.
Tal vez no llovió en ciertos lugares a los que acudió el ingeniero con sus aparatos, pero es innegable que sí lo hizo en mucho otros donde hacía mucho tiempo que tal cosa no ocurría. El hecho es que todavía hoy se polemiza sobre el tema.
EL DIA EN QUE TODA LA CAPITAL MIRO HACIA EL CIELO PARA VER SI IBA A LLOVER
(Héctor Gambini. Redacción de Clarin.17-06-2002)
Sucedió el 2 de enero de 1939, cuando un ingeniero llamado Juan Baigorri le aseguró al director de Meteorología que haría llover sobre la ciudad. Y llovió.
Como respuesta a la censura a mi procedimiento, regalo —por intermedio de Crítica— una lluvia a Buenos Aires para el 2 de enero de 1939". La frase salió en el diario a fines del 38 y era un desafío público al director de Meteorología Nacional, para quien el autor de los dichos no era más que un embustero. Un ingeniero provocador que decía haber inventado la máquina de hacer llover.
Cuando llegó el 1° de enero, los porteños tenían el desafío tan presente que chocaban copas de madrugada con los ojos clavados en el cielo limpio. El día fue tan caluroso y húmedo que hasta la tarea de sentarse bajo la parra a mirar las nubes raquíticas que pasaban por Buenos Aires resultaba un entretenimiento cansador. Pero llegó la noche y nada.
También en Santiago del Estero es solicitado por el mismo gobernador de la provincia, el Dr. Pío Montenegro. Acude a una estancia del funcionario en donde no llovía desde hacía ya tres años. Tres días de trabajo y llueven 60 mm. en dos horas.
Nuevamente Santiago del Estero, para Navidad; llueve como nunca.
En Carhué hacía tres años que no llovía. Va Baigorri con sus aparatos y llueve tanto que desborda la laguna.
El ministro de Asuntos Técnicos de la provincia de San Juan lo llama en 1951 para probar suerte en una zona en la cual no caía agua desde hacía 8 años. Prueba y llueven 30 mm.
A pesar de todo esto hay una buena parte de la opinión pública que desconfía del método. Lo llaman "el mago de Villa Luro" y les cuesta creer que todo aquello sea posible.
El director del Servicio de Meteorología Nacional no perdía ocasión para hablar con tono entre burlón y despectivo de Baigorri Velar. Un día el diario "Crítica" anuncia, a modo de desafío, que el ingeniero hará llover entre el 2 y el 3 de enero de 1939. Baigorri acepta el reto y no sólo eso: con un rasgo de humor poco habitual en él, ya que se trataba de un hombre que tomaba todo muy seriamente, le envía un paraguas de regalo al hombre que se burlaba de sus métodos, el Director de Meteorología. Una tarjeta adunta decís: "Para que lo use el 2 de enero"
En efecto, llueve entre el 2 y el 3 de enero. Lo entrevistaron de varios diarios y revistas extranjeras. En la década del 40' un ingeniero norteamericano vino a verlo ofreciéndole mucho dinero por el invento y Baigorri contestó que:
-Soy argentino ... Y mi invento es para beneficiar a la Argentina.
Los ofrecimientos se sucedieron, pero la respuesta fue siempre la misma.
A pesar de todo esto, el manoseo popular de la idea y las feroces embestidas de funcionarios que no estaban de acuerdo, hicieron que Baigorri Velar decidiera retirarse, aunque continuó con esporádicas experiencias en los lugares en donde se lo solicitaba.
Tal vez no llovió en ciertos lugares a los que acudió el ingeniero con sus aparatos, pero es innegable que sí lo hizo en mucho otros donde hacía mucho tiempo que tal cosa no ocurría. El hecho es que todavía hoy se polemiza sobre el tema.
EL DIA EN QUE TODA LA CAPITAL MIRO HACIA EL CIELO PARA VER SI IBA A LLOVER
(Héctor Gambini. Redacción de Clarin.17-06-2002)
Sucedió el 2 de enero de 1939, cuando un ingeniero llamado Juan Baigorri le aseguró al director de Meteorología que haría llover sobre la ciudad. Y llovió.
Como respuesta a la censura a mi procedimiento, regalo —por intermedio de Crítica— una lluvia a Buenos Aires para el 2 de enero de 1939". La frase salió en el diario a fines del 38 y era un desafío público al director de Meteorología Nacional, para quien el autor de los dichos no era más que un embustero. Un ingeniero provocador que decía haber inventado la máquina de hacer llover.
Cuando llegó el 1° de enero, los porteños tenían el desafío tan presente que chocaban copas de madrugada con los ojos clavados en el cielo limpio. El día fue tan caluroso y húmedo que hasta la tarea de sentarse bajo la parra a mirar las nubes raquíticas que pasaban por Buenos Aires resultaba un entretenimiento cansador. Pero llegó la noche y nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario